22 noviembre 2011

Antes mileurista ahora diputado.

Todavía no se ha dado cuenta, pero su vida ya ha empezado a cambiar. Se llama Alberto Garzón, tiene 26 años y hasta ayer su perfil era el de muchos otros jóvenes españoles, de izquierdas, activista social e investigador precario que tiraba subsistiendo con las magras becas que iba encadenando. Pero desde las elecciones del 20N, Alberto es todas esas cosas y además diputado por Málaga. Según cuenta la prensa estos días, el primer parlamentario proveniente del movimiento 15M.

Nacido en Logroño, pero criado en Málaga desde los 8 años, Garzón ha llegado a esto de la política rebotado desde el activismo callejero y, al menos de momento, se le nota: «No concibo la política como un trabajo, ni como un fin en sí mismo», dice, y asegura que asumirá el compromiso que comparte con otros miembros de Izquierda Unida, coalición para la que ha alcanzado el escaño, de entregar a su formación el 60% de su sueldo como diputado. Unos ingresos que, seguro, superarán con creces a los que él está habituado. Y es que Alberto, como muchos jóvenes de su generación, nunca ha superado el umbral del mileurismo: «Tuve una beca en el Instituto de Comercio Exterior y otra en la Universidad Pablo de Olavide, pero nunca superaron los ochocientos euros».

«Mi modelo es Julio Anguita».

Garzón ocupará uno de los once escaños de Izquierda Unida en el Congreso en la próxima legislatura, pero él está poco por apoltronarse y sí por la tradición más alborotadora y revoltosa de la izquierda española. Al más puro estilo de Largo Caballero, Garzón anuncia que estará en las instituciones, pero que no va a darles tregua. «Mi visión en este sentido es rupturista o revolucionaria en el buen sentido. Nosotros estaremos en el Parlamento, pero para canalizar las protestas de la calle, en la que también estaremos». Así que su fórmula consiste en agitación y acción institucional porque, según cree, hay que luchar también contra la «burocratización», lacra en la que dice que PP, PSOE, pero también IU, han incurrido. Para él su modelo de integridad en política es Julio Anguita, «un señor que rechazó cualquier pensión vitalicia que terminada su labor se volvió a dar clases a su instituto».

Cuenta que siente una «gran responsabilidad» y que su compromiso será el de ser la voz de las protestas de la calle, y cree que la mayoría absoluta del Partido Popular es coyuntural: «No es que la mayoría se haya derechizado. «El Partido Popular ha ganado con el 44% de los votantes, pero hay que tener en cuenta la abstención y a la gente que ha votado a partidos minoritarios», dice, aunque no oculta que «ha habido mucha gente que, simplemente, ha pensado, bueno, como no lo ha arreglado el PSOE, que venga el PP», razonamiento que él atribuye a la «escasa cultura política que hay en España».

Dice que ya ha empezado a sufrir los inconvenientes asociados a su nueva responsabilidad institucional. Su señoría, joven economista, va a tener mucho menos tiempo para sacar adelante su proyecto de tesis doctoral. «Crecimiento económico y modelos de distribución de la renta» es el título, bastante indicativo de cuál es su orientación ideológica. Integrante de ATTAC, movimiento que lleva años reclamando la imposición de la denominada tasa Tobin a las transacciones financieras, Garzón sostiene que es necesaria una acción fiscal ambiciosa para que pueda alimentarse el crecimiento económico y reconoce que su postura es la de de los «heterodoxos». Pero denuncia que esa es una etiqueta falaz: «Se nos proscribe pero por una cuestión de intereses políticos o económicos. Lo que ocurre es que se intenta definir la economía como una ciencia exacta cuando no lo es, pero se hace porque no se quiere que se piense de otra manera».

Le asista o no la razón, en pocos días, va a tener en el Parlamento un gran altavoz para sus planteamientos. El mileurismo y la precariedad quedaron atrás.