01 diciembre 2012

Syriza, Paraguay y el poder.

El objetivo de la política es transformar, en un sentido u otro, la realidad existente. Para ello solo hay un camino: conquistar el poder.  Sobre esto hay mucha literatura; que si hay que negar el poder, que si hay que crear contrapoder, etc. En cualquier caso, la manera con que se obtenga escapa de la intención de este post. Lo único que ahora mismo me interesa tratar es el poder.
 
Recuerdo una conversación familiar cuando yo era pequeño, probablemente en el primer lustro de la década de los 90. La noticia era que había un golpe militar en algún país latinoamericano, o al revés, que en algún sitio estaban comenzando una transición de una dictadura a un modelo democrático homologable al europeo. Alguien de mi familia dijo "Es impensable que en España o un país del entorno se vuelva a una dictadura" Todo el mundo asintió.
 
Hace varias semanas, en plena campaña electoral, varios medios de comunicación se hacían eco de rumores en los cuales se decía que el ejercito griego estaba nervioso por los posibles resultados. Era todo un aviso a los potenciales votantes de Syriza. Cuidado con lo que votais, que volvemos a sacar los tanques la calle.
 
Cuando salieron los resultados oficiales y Syriza quedaba en segunda posición, mucha gente se entristeció por la oportunidad perdida. Yo tenía una sensación agridulce; por un lado formaba parte de esa tristeza generalizada, pero también tuve una pequeña sensación de alivio. Me explico, Syriza había demostrado por discurso, capacidad de movilización, programa y campaña, que era una alternativa de gobierno. Tenía gente preparada a distintos niveles: políticos, técnicos, gestores... Pero ¿era una alternativa de poder?¿tenía capacidad para sacar adelante sus políticas durante la legislatura?
 
El propio Alexis Tsipras, en una entrevista (que no consigo encontrar) venía a decir que si llegaban a gobernar iban a tener varios problemas, y uno de ellos era el ejercito y el control del poder.
 
El gobierno, para poder realizar sus políticas necesita el monopolio de la violencia. Eso lo vimo con las protestas de los mineros. Sus movilizaciones tuvieron una respuesta importante de la guardia civil. Y estuvieron nerviosos al ver que no eran capaces de controlar dichas movilizaciones.
 
Volviendo al caso griego, es muy probable que Syriza, si hubiese alcanzado el gobierno, hubiese tenido problemas de todo tipo y es tambien altamente probable que el ejercito o alguna otra fuerza política hubiese movido hilos para dar un golpe de estado.
 
Syriza no hubiese tenido capacidad de respuesta. No olvidemos que ha tenido un crecimiento muy rápido en muy poco tiempo - en 2007 obtuvo 14 diputados, y es un partido que nace en 2004 - y aunque tiene un respaldo importante de la sociedad civil organizada, no es mayoritario ni si quiera significativo frente a otros partidos que sí que tienen esas estructuras sociales.
 
La parte positiva es que Syriza tiene ahora 4 años - si se agota la legislatura, cosa que está por ver dado el alto grado de inestabilidad que hay en Grecia, como muestra la dimisión del ministro de finanzas a una semana de haber sido elegido - para crear o estrechar lazos con la sociedad civil organizada. Esta será la única manera de que en caso de alcanzar el poder, pueda retenerlo en caso de golpe de estado.

Hay un caso muy reciente, ya olvidado para los grandes grupos de comunicación, que ilustra muy bien la necesidad de control del poder: Paraguay.
 
En Paraguay había una especie de PRI mexicano llamado Partido Colorado, en el gobierno durante más de 60 años. Para poder derrocarlo hubo que buscar una figura carismática, el obispo Fernando Lugo, que consiguió unificar a sindicatos y partidos de distinta tendencia política. En base a esa correlación de fuerzas, tuvo que ceder la vicepresidencia a Federico Franco (con ese nombre y ese apellido, poco más se podía esperar de él), miembro del Partido Liberal Radical, denominado de centro. Signifique lo que signifique eso.

En las elecciones presidenciales se consiguió un hito histórico, el candidato Lugo consiguió la victoria. Pero fue una victoria simbólica, porque la mayoría de las estructuras del estado, las que dan poder, no eran fieles al resultado electoral, si no a los privilegios que habían conseguido durante años de mandato del Partido Colorado.

En Venezuela pasó algo parecido, hasta tuvo su propio golpe de estado. Pero había una diferencia importante: Chavez tenía apoyo de un partido importante, de mmss, sindicatos, y quizás lo más importante, de una parte no menor del ejercito. El golpe se paró en apenas unos días debido a las grandes movilizaciones y al apoyo declarado de una parte del ejercito.

En Ecuador o Bolivia desde que Correa y Morales gobiernan respectivamente ambos paises, ha habido intentos legales e ilegales por cambiar el poder. En ambos sitios se ha mantenido gracias a un apoyo popular organizado que se ha venido visualizando en movilizaciones y procesos electorales.

Se podrían poner varios ejemplos, a izquierda y derecha, de mantenimiento del poder. Y como decía anteriormente, el mantenimiento del poder es básico para la realización de las políticas.

Si algo nos ha enseñado el ejemplo de Paraguay, es que no es necesario solo con ganar unas elecciones. Necesitas tener un apoyo mayoritario y muy organizado.

Esa es la gran tarea de cualquier organización que pretenda ser alternativa de poder.
 



28 noviembre 2012

Gaza.

Eduardo Galeano.
 
Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.
 
Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador. Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen.
 
Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelí usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina. Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.
 
Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa. No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho.
 
Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros. ¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?
 
El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales. En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica.
 
Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí.
 
Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas. Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.
 
La llamada comunidad internacional, ¿existe?
 
¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro?
 
Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad.
 
Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos.
 
La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna que otra lágrima mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena.
 
Fuente: La Jornada.