13 marzo 2015

Delmer Berg, el último brigadista del Batallón Lincoln.

Nadie se lo había pedido, pero en enero de 1938, a los 22 años,  Delmer Berg dejó su casa en California y usó un pasaporte que decía "Not Valid for Travel to Spain" para hacer precisamente lo contrario. Cogió un autobús a Nueva York, un barco a Francia y cruzó los Pirineos a pie para unirse al frente republicano en la Guerra Civil española. Hoy tiene 99 años y es el último brigadista vivo del Batallón Lincoln, la unidad compuesta por combatientes estadounidenses que formó parte de la XV Brigada Internacional, también conocida a veces como Brigada Lincoln.

"Había un amplio movimiento en el país y en todo el mundo para ayudar a gente española a combatir el fascismo en España. Poco a poco me convertí en parte de él y se convirtió en parte de mi vida", explica Berg a la Abraham Lincoln Brigade Archives, asociación fundada por los brigadistas a su regreso a EEUU.

Berg había crecido en una "familia de granjeros pobres" y la reforma agraria republicana había despertado simpatías en él. "Era un sentimiento muy humano: la idea de que se estaba quitando tierra a los grandes propietarios para dársela a pequeños granjeros. Me dije: ¡Yo quiero ayudar a hacer eso!".

Mientras transcurría la guerra, Berg trabajaba fregando platos en un hotel de Hollywood. Cuando vio un cartel de la asociación de los amigos de la Brigada Abraham Lincoln, decidió saltarse la restricción de viajar a España que el Gobierno norteamericano había establecido.

Delmer Berg (de pie, quinto por la izquierda) junto a otros compañeros del Batallón Lincoln. / Abraham Lincoln Brigade Archives (ALBA)
Su unidad estuvo destinada en una batería antiaérea en Barcelona, en la defensa de Teruel y en la batalla del Ebro, donde colaboró en la voladura de uno de los puentes (Berg bromea diciendo que Hemingway no tenía ni idea de lo que estaba hablando cuando describió la explosión de Por quién doblan las campanas). Más tarde fue enviado a Valencia, donde fue herido en un bombardeo de la aviación italiana.
El 4 de febrero de 1939, dos meses antes de la derrota republicana y el final de la guerra, regresó a Estados Unidos. Entre 1936 y 1939, unas 40.000 mujeres y hombres de más de 50 países abandonaron sus hogares para formar parte de las Brigadas Internacionales y luchar en una guerra extranjera. La mayor parte lo hizo por motivos ideológicos: defender el gobierno democrático de la Segunda República y frenar la expansión fascista en Europa. Alrededor de 2.800 eran estadounidenses. Un tercio de ellos perdió la vida en la contienda.
"Para mí es el ejemplo máximo de responsabilidad y libertad", dice Marina Garde, actual directora de ALBA, cuya misión es preservar el legado ideológico del Batallón Lincoln. "Son unos individuos que voluntariamente decidieron viajar a otro continente y poner sus vidas en riesgo por sus ideales".
Precisamente a causa de esas convicciones la vida de los supervivientes no fue sencilla en Estados Unidos. En la década de los 50, la filiación comunista de muchos brigadistas les valió el envite de la caza de brujas macartista. "Para ellos éramos una panda de bastardos", dice Berg. "Fueron de un lado para el otro hablando con todo el mundo a quien conocía y con quien trabajaba: estaban buscando a ese "hijo de puta", esa "rata", "traidor"... y toda esa mierda, ya sabes, el macartismo." "Estaban en la lista negra, perseguidos por el FBI y muchos no pudieron ejercer sus profesiones", añade Garde.
Berg vive hoy junto a su mujer en la casa que él mismo construyó cerca de Columbia, en Sierra Nevada. / Abraham Lincoln Brigade Archives (ALBA)
Pero desde su California natal Berg siguió compaginando su trabajo en la agricultura con la militancia en diversas causas: fue miembro de la Unión de Campesinos, se hizo amigo de la activista agraria Dolores Huerta, se opuso a la Guerra de Vietnam y se convirtió en el único miembro blanco de la delegación local de la la primera asociación en defensa de los derechos civiles de los negros en América, la NAACP.
Berg vive hoy junto a su mujer en la casa que él mismo construyó cerca de Columbia, en Sierra Nevada. Su compromiso político sigue intacto y su estado de salud es estable, aunque tiene dificultades para oír. Tras la muerte el pasado invierno del brigadista John Hovan en Rhode Island, se convirtió en el último veterano americano vivo de la Guerra Civil española (quedan otros cinco brigadistas internacionales, dos combatientes republicanos y tres franquistas)
Garde sabe lo que es despedir a un brigadista desde su comienzo en ALBA, que coincidió con la muerte de Matti Mattson, uno de los miembros más longevos del batallón. Era su primer día y la noticia le sirvió para identificar la que sigue siendo la parte más dolorosa de su trabajo: esperar el goteo de llamadas que informan de la desaparición de los supervivientes. Cuando llegue el turno de Berg, será la última vez que suceda.
"Yo lo llevo muy mal", dice Garde. "Pero también me doy cuenta de que tengo una gran responsabilidad: preservar y mantener vivo este legado que nos han dejado. Las personas se van, los cuerpos ya no están, pero su legado sí nos queda".
Entrevista a Delmer Berghttp://widget.smartycenter.com/video/derlmer-berg/788515/9359/1
Nota: entrevista a Delmer Berg por Maria Opett y Nelson G. Navarrete

12 marzo 2015

El Presidente Nicolás Maduro presenta el libro "Los 7 Pecados de Hugo Chávez" de Michel Collon.



El presidente de la Republica Bolivariana de Venezuela Nicolás Maduro presentó la obra del reconocido escritor y periodista belga Michel Collon, durante la presentación de la Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN) 2014. El libro “Los 7 Pecados de Hugo Chávez” obtuvo la mención honorifica del Premio Libertador 2014.

Construir La Luz - Spot IU Andalucía - Elecciones Andaluzas 22M



08 marzo 2015

Gramsci y el partido político como problema.

Francisco Piñón, Doctor en Ciencias Sociales y Presidente del Centro de Estudios Gramsci de México 
 
 
 
La Filosofía de Gramsci no es sistemática, al estilo de un Aristóteles, un Kant o unHegel. Pero supone a todos ellos. Los Cuadernos de la cárcel son una buena síntesis de Historia y Filosofía universales leída bajo la óptica o visión de un pensador militante-filósofo que ha sabido heredar lo mejor de la cultura greco-latina.
 
Gramsci trata de rescatar los valores culturales del pasado. Sabe que el presente es, en parte, el pasado en acto y que nada se puede construir para el futuro si no se tienen en cuenta los materiales ideológico-culturales del presente. Intenta rehacer o recrear una cultura integral que tenga los caracteres de masa de la Reforma y del Iluminismo y los caracteres de clasicidad de la cultura griega y del Renacimiento Italiano.
 
Su pensamiento es un pensamiento en movimiento, en confrontación con la cultura viva de su tiempo, en debate con enemigos reales. Es síntesis de “contrarios“, según los conceptos de Hegel y Marx y síntesis de “diferentes“, siguiendo a B. Croce. Por eso ofrece “problemas” más que “conceptos“. No es un ensayista en el sentido tradicional de la palabra. Es un pensadorcreativo dentro del marxismo para quien los libros de Marx son una línea por seguir o unainspiración constante, no una letra por interpretar.
 
Gramsci es el filósofo italiano que, en la soledad de una cárcel fascista, en una época de crisis, se da la tarea de ofrecer los grandes lineamientos para una teoría de la organización política. Reflexiona la derrota de los movimientos obreros después de la postguerra. Detecta la debilidad y los errores de los partidos socialistas y, por el abandono de lo mejor de la tradición filosófica del idealismo alemán, se da cuenta del deterioro teórico del marxismo de su tiempo.
 
Quiere ofrecer un marxismo vivo y adulto, no encerrado en sí mismo, sino en diálogo con los pensadores de su cultura occidental. Pero todo a la luz de su gran experiencia metafísica: La Revolución de Octubre y dentro de su original aportación al marxismo de su tiempo: El valor de los hechos de cultura. Dentro de este horizonte teórico debemos colocar su teoría del Partido como Problema.
 
El Partido como fenómeno histórico
 
El problema del Partido Político, en el pensamiento de Gramsci, está enmarcado dentro de su política. Política que es Historia y que es Filosofía. Surge como problema, cuando no lo encerramos en los moldes “tradicionales” o meramente “internos” de la política partidista “marxista“, sino dentro de la visión y práctica de la problemática “fenomenológica” de la moderna teoría del partido.
 
Gramsci estudia el Partido en su historicidad concreta, dentro de un universo sociológico, no como mero “instrumento” de la Revolución o como fruto mecánico de las contradicciones de “clase“. En sus reflexiones sobre el Partido no sólo toma en cuenta el elemento “revolucionario“, sino también el elemento “morfológico” estructural, lo que podríamos llamar la fenomenología histórica (lo que en lenguaje filosófico podríamos describir como lo que se nos aparece).
 
O lo que es lo mismo: el estudio histórico-crítico del Partido como un elemento más de ese todo social que es la realidad objetiva, aprehendida ésta como un bloque histórico concreto, en donde el Partido debe ser Príncipe moderno, activo y operante, en orden a ir elaborando, como parte del movimiento del proletariado, los nuevos perfiles de una nueva cultura que conlleve a la creación de una nueva sociedad.
 
Por consiguiente, Gramsci estudia el Partido dentro de la “sociedad civil“, dentro de lo que otros pensadores llamarían una teoría moderna del partido de masas. Es decir,Gramsci estudia el fenómeno del Partido en confrontación con Michels, con Pareto, conMosca, con Croce, con Weber. Si Gramsci ha hecho avanzar la teoría tradicional del Partido político, dentro del marxismo, es por la sencilla razón que sus escritos llevan en la espalda su experiencia de los Partidos socialistas de la II Internacional, la concepción leninista y tercerinternacionalista, la teoría y práctica burguesas del Partido político.
 
Recordemos que la primera obra, ya sistemática, sobre los Partidos, aparte los análisis deTocqueville sobre los partidos americanos en el siglo pasado, provienen del año de 1902 con Ostrogorski con su Democracy and the organization of political PartiesLa sociología del Partido político nella Democrazia moderna de Michels en 1912; elTrattato di sociologia generale en 1916 de V. Pareto, y los trabajos de Weber en 1917 en Economía y Sociedad. Gramsci recibe de todos ellos, de una manera o de otra, una profunda influencia. Los interpela, los critica, los valora. No son enemigos por “eliminar“. Son pensadores por “criticar“.
 
Si por la cultura filosófica e histórica del clasicismo grecolatino recibe el “sentido de la historia“, por el contacto con estos estudiosos del fenómeno del Poder, sobre todo los elitistas, recibe la intuición sociológica en la observación de los hechos sociales. Al mismo tiempo, estos pensadores, bajo el pretexto de hacer “ciencia objetiva“, ofrecen a Gramsci una crítica a los partidos socialistas. Michels, al formular su “ley férrea sobre la oligarquía“, opinará que los partidos socialistas, al fin de cuentas, y más allá de sus programas e ideología, no son sino “máquinas” en proceso de “burocratización“. De igual modo pensaban Pareto, Mosca y el mismo Croce. 1
 
Gramsci, por lo tanto, no se reduce a “repetir” lo que sus colegas marxistas habían escrito. Se coloca bajo el punto de vista científico, fenomenológico, morfológico. Su punto de arranque es histórico-crítico, con los instrumentos de variadas disciplinas: la historia, la filosofía, la economía, la psicología, la ciencia política. El estudio de Gramsci se convertirá, por consiguiente, en el estudio de un Problema en una realidad compleja, vista no de una manera maniquea.
 
Estará centrado dentro de su problemática carcelaria: su reflexión sobre un drama que abarca su vida personal y su experiencia social. Es decir, su propia reflexión existencial como militante que, en la cárcel, sufre las incomprensiones y marginaciones; y la toma de conciencia de la derrota del movimiento obrero por la política fascista. Es su clarividente auto-crítica de “La Voce della gioventu” del 10 de Noviembre de 1923 en donde analiza el por qué fue derrotado el Partido socialista italiano. En el fondo subyace, como causa de la derrota, el descuido o marginación del fenómeno de la cultura.
 
Gramsci estudia el Partido como sociólogo político, no tan sólo como militante político. No reduce su estudio al elemento subjetivo-pragmático al utilizar al Partido para finalidades o realizaciones inmediatistas. No se detiene en el problema del Partido obrero como “revolucionario” o como el único “verdadero“. Su estudio lo extiende al Partido comofenómeno político moderno.
 
De la misma manera que Gramsci no se contenta con la definición del Estado como “mero instrumento” de la burguesía o como una clase que domina a la otra clase, sino que se pregunta por los “sujetos“, por los funcionarios, por los burócratas, por los “intelectuales“, que hacen funcionar este o ese determinado Estado.
 
Gramsci en el estudio del partido, quiere hacer no sólo pedagogía o militancia. Intenta, además, hacer “ciencia“, siguiendo los parámetros del gran Maquiavelo, y con los elitistas, intenta el análisis del Partido como un “objeto” de observación sociológica. Al contrario del marxismo tradicional, con excepción del Lenin de la experiencia rusa de 1902, no se queda en el estudio del Mejor programa o de la Mejor forma organizativa de la clase obrera o en el Partido como una mera expresión de las clases sociales.
 
Gramsci no es un pensador que puede ser reducido a una Filosofía pura de la Organización, o a una teoría abstracta, exclusivamente localista y partidista del fenómeno del Poder, entendido éste fuera de los “intereses” económicos del capitalismo mundial, como ciertos estudiosos de la moderna Teoría Organizacional del Poder, interpretado como mero “monopolio” o como “influencia” o como una “lucha por el poder“,-según algunos modernos estudiosos de las diferentes tipologías como J.C. Friderich, Inis L. Claude, R.A. Dahl, J.D. Dinger,E.S. Banfiel, Berolzheimer, Ratzenhofer, entre los principales.
 
Hacia la crítica economicista y mecanicista
 
La tradición del Partido que Gramsci recibió estaba inserta en una doctrina marxista, de tinte economicista y mecánica, hoy ciertamente en crisis, que conllevaba una concepción maniquea del concepto de Clase, de Partido. La concepción del Partido, en esta interpretación era amorfa, militarizada o francamente sectaria, en donde el Partido era más bien un “instrumento” de guerra de Movimiento que de Posición, y en donde la Política era considerada como “cosa aparte“, extraña de la problemática de la cultura.
 
Eran los tiempos en que el Positivismo había separado estos dos términos de suyo inseparables: Política y Cultura, como si se pudiese aprehender una pura objetividad, una pura ciencia, fuera de un universo de los valores, sin ideología, una pura empiria, casi sin lenguaje, como si éste naciese o creciese sin historia o sin cultura.
 
Gramsci escapa así de su tradición marxista de la Segunda y Tercera Internacional. El Partido viene estudiado por él como fenómeno histórico, dentro de una política-historia, que es Filosofía=Historia. Gramsci, al alargar el concepto de estado y enriquecer el concepto de Política, al mismo tiempo sitúa el estudio del partido dentro de la historia de la cultura, la nacional y la internacional.
 
La historia del partido no es solamente la historia o la biografía o las gestas de sus dirigentes o los problemas o críticas de los dirigidos. Es la historia nacional, la historia patria, con toda su problemática social determinada.
 
Gramsci por otro lado, ofrece la gran tradición que, en cuanto a la fundamentación de un análisis científico de la sociedad moderna, le legaron Marx y Engels. Los fundadores del socialismo científico no crearon una doctrina sistemática del partido político, imposible en ese tiempo por la insuficiencia organizativa y estructural de la sociedad industrial.
 
Pero ciertamente Gramsci aglutinará, sintéticamente, las dos grandes experiencias en que Marx y Engels participaron: La Liga de los comunistas y la Asociación Internacional de los Trabajadores. Estos dos movimientos económico-políticos legarán a Gramsci, a mí entender, las siguientes directrices:
 
1. Una idea de superar la tradición sectaria meramente utópica del socialismo,
2. Una lucha decidida en contra del economicismo y, al mismo tiempo, un tratar de entender la dimensión política de la lucha de clases,
3. Un pugnar por llevar a cabo los debates en forma pública y con normas democráticas, ideas que encontramos esparcidas en los artículos y escritos de Marx de aquellos años,
4. La conciencia de pensar no tan sólo en términos locales o nacionales, sabiendo que se tiene enfrente y se lucha con una estructura de la sociedad burguesa de tinte universal,
5. Y, sobre todo, el no querer considerar al partido político como si fuera un fin en sí mismo, un ídolo o un fetiche.
 
El partido es solamente un instrumento, no un elemento sectario. Es el núcleo del pensamiento de Marx, por ejemplo, con relación a La Liga de los Comunistas: “La Liga”, como la “sociedad de las estaciones”, como otras cien sociedades, son solamente un episodio en la historia del partido, que se construye naturalmente sobre el terreno de la sociedad moderna…Por consiguiente, en esta carta he tratado de eliminar el equívoco que yo, bajo el concepto de partido, haya entendido una “liga” muerta desde hace ocho aftoso… Bajo el nombre de partido yo he entendido en el gran sentido histórico del término“.2
 
Un partido, pues, no sacralizado, sino en continua adaptación, según las circunstancias históricas, conforme evolucionaba también la sociedad burguesa, la única que ofrecía, según Marx, el fundamento para una crítica seria ya que constituía “la única base sólida” de la participación consciente “al proceso histórico revolucionario de la sociedad”.3
 
Gramsci no heredaba la concepción evolucionística y determinística de un Kautsky que, a su vez, era la ideología política del Programa de Erfurt en donde el partido era definido como “Catecismo de la social-democracia” y una especie de “Iglesia militante“. Esta doctrina triunfalista del partido político emanaba, es cierto, de la general concepción positivista que sostenía “la necesidad natural de la victoria final del socialismo“. Un socialismo que era tan sólo el fruto necesario de las contradicciones de un sistema capitalista que, dejado a su libre juego, necesariamente desembocaría en una catástrofe de donde nacería, casi sin meter las manos, una nueva sociedad.
 
Era la concepción de una sociedad y una historia regidas por leyes férreas e ineluctables, independientes de los mismos individuos. Era Comte metido en la interpretación de un marxismo que apenas se estaba elaborando es evidente que en esta interpretación positivista y cientificista, el partido político quedaba atrapado en una concepción política cerrada, como una especie deeclesía que no quiere ni puede contaminarse y que, cerrando filas, tiene que defenderse de los “herejes” del exterior. Pero es en esta concepción doctrinaria en donde los individuos quedaban relegados.
 
Como sujetos (ya después hasta el concepto se tratará de borrar) no tenían otra cosa que “administrar” y esperar la Revolución inminente. Las tareas revolucionarias se iban posponiendo. El partido, en el Catecismo Social democrático de 1893, no estaba para hacer las revoluciones.
 
Nosotros sabemos que nuestros objetivos pueden ser conseguidos solamente mediante una revolución pero sabemos también que es realmente poco lo que podemos hacer por esta revolución, y que al mismo tiempo está en las manos de nuestros adversarios el impedirla. Por lo tanto no nos pasa ni siquiera por la mente provocar una revolución o prepararla. Y porque la revolución no puede ser hecha según nuestro arbitrio, no podemos decir absolutamente nada acerca del tiempo, las condiciones o formas en que ésta se dará“. 4
 
En esta perspectiva poco le quedaba a la acción de los individuos y al momento ético político. El partido quedaba encerrado en una concepción economicista y la labor de los intelectuales se supeditaba a la “administración” del aparato institucional. A estos intelectuales sólo les esperaba dar a conocer las metas, los objetivos, el Endziel socialista. Como escribe Kautsky: “Aquello que el proletariado exige a los académicos es el conocimiento del fin; por lo demás, no tiene necesidad de ellos en orden a la dirección del propio movimiento de clase.” 5 De aquí saldrá el culto a la organización institucional, o sea, al “fechitismo de la organización“, comparable, según A. Rosemberg a ciertos movimientos religiosos. 6
 
Gramsci, por el contrario, criticando el mecanicismo de la Segunda Internacional, a partir de sus críticas a Loria y Bissolatti en Italia, heredaba, en parte, lo mejor de las tesis deLenin del ¿Qué hacer? y la de Un paso adelante, dos atrás. En estas obras Lenin no cristalizaba o sacralizaba su pensamiento de los años 1902-1904, sino que abría perspectivas también a largo plazo. La realidad cambiante tendría siempre la última palabra.
 
Y Gramsci, al igual que Lenin, no se quedaba en esos años de 1902,ni mucho menos oficializaba el pensamiento partidista leninista como lo hicieron muchos partidos comunistas occidentales, sobre todo a partir de 1938 en que canonizaron esas posturas meramente coyunturales. Fueron los “ideólogos” estalinistas los que decretaron y constituyeron en doctrina oficial y casi permanente lo que en Lenin era una controversia política típicamente rusa. 7
 
Por eso Gramsci, al igual que el mismo Lenin, no concedía a esos años polémicos del 1902-1904 un carácter universal, sino contingente y meramente circunstancial. El ¿Qué hacer? de Lenin no tenía por qué ser sacado fuera de su tiempo histórico determinado. 8 Error posterior de los partidos comunistas fue el haber oficializadocristalizado un pensamiento que era, en todo caso, una polémica rusa y no del todo feliz en alguna de sus expresiones, según el mismo Lenin lo confesó. “El error fundamental, escribe, en el cual incurren los que polemizan con el ¿Qué hacer? consiste en que este escrito viene completamente separado de su contexto histórico determinado…y hoy ya hace tiempo que transcurrió“. 9 Gramsci romperá ese gheto doctrinario estalinista.
 
Gramsci, al contrario de Kautsky, no creía en un colapso “natural” de la sociedad capitalista. Estaba en contra de un kautskismo que sostenía que “el desarrollo económico produce natural y necesariamente contradicciones que obligan a los explotados a combatir la propiedad privada“. 10 No creía, como Kautsky, que naturaleza e historia forman una única evolución, ni que el “proceso social” esté regulado por “leyes de naturaleza“. Como su maestro Labriola, Gramsci se siente atraído a descubrir la “real novedad del mundo” ya “posesionarse de las cosas“. Por eso, ya desde 1924, postulaba “soluciones autónomas, propias, de los problemas generales” de la Italia de su tiempo. 11De ahí su insistencia en que el partido socialista, a partir de 1919, debería haber encabezado la iniciativa de encauzar la fuerza política del proletariado.
 
Ante estratos populares amorfos y sin dirección, el partido no fue capaz, según Gramsci, de ofrecer una solución socialista y si se mostró incapaz de organizar “estas relaciones revolucionarias“. Más aún, inclusive mostró su debilidad “en no haber ni siquiera propuesto el problema de la necesidad concreta de organizar estas relaciones en un sistema político concreto, en un programa de gobierno“. 12 El juicio de Gramsci es hiriente: en aquel tiempo al partido paternalista, de pequeños burgueses que se agitan inútilmente“. 13 Por lo tanto, incapaces de ser embrión de una nueva sociedad.
 
Nada extraño para Gramsci ese resultado si los socialistas no supieron, como él mismo lo escribe, adaptarse a las nuevas circunstancias, ni supieron tener una “ideología” para compartir entre las masas, ni conocían “la estructura económica y social de Italia“, ni habían fortalecido “la conciencia de los militantes con la ayuda de principios tanto morales como psicológicos“. 14
 
De ahí su crítica a Bujarin y a Bordiga. El error del partido socialista, escribe en Febrero de 1924, es el siguiente: “haber puesto en primer plano, en forma abstracta, el problema de la organización del partido“, originado “la creación de un aparato de funcionarios ortodoxos respecto a la concepción oficial“. De aquí partía la concepción que la revolución dependía “sólo de la existencia de ese aparato” y que, inclusive, se llegaba a creer “que tal existencia puede determinar la revolución“. 15  Por eso su ruptura con Bordiga.
 
El partido como hegemonía  de lo social
 
En el pensamiento auténtico de Gramsci ya no se encierra al partido político en la mera organización, ni se presenta como un fetiche o una eclesía, sino que le abre las perspectivas de la historia nacional y de la vida cultural. Para Gramsci, el partido debe estar involucrado en la vida social y política de su país. Escribir la historia de un partido, afirmaGramsci, es “escribir la historia general de un país desde el punto de vista monográfico“. 16 No es que Gramsci deje de ser leninista, sino que su leninismo no es lineal, ni mecánico, y las circunstancias de Italia ya han cambiado.
 
Además, Maquiavelo ya era su modelo teórico en el análisis de la ciencia política. El partido, para Gramsci, ya no estaba radicado en la fase corporativo-económica, en pura organización técnica con dogmas por defender, sino en ese momento de reforma intelectual y moral de la sociedad en orden a la creación de una nueva cultura.
 
La meta del partido ya no era administrativa-organizativa, ni de tipo militar, ni su modelo teórico era una reflexión, ya terminada, al estilo de cierta ortodoxia de la Tercera Internacional que trataba de canonizar algunas interpretaciones del marxismo-leninismo. Inclusive el caso de G. Lukács es significativo, al tratar de mediar entre Lenin y R. Luxemburgo, entre instituto histórico-material (teoría positiva del partido, propia deLenin) y espontaneidad de la conciencia de clase (la única institución de R. Luxemburgo). 17
 
Gramsci trata de conciliar su tradición cultural europea, su propia experiencia de losConsejos de fábrica en su época de Turín y la doctrina leninista del partido. El partido debe ser un partido de masas, pero sin quedarse en ellas de una manera pasiva, sino mediar entre masas y “pequeño partido de élite“. 18 Y ante la ausencia de una conciencia en Italia de “pueblo-nación“, el partido debe proponerse lo siguiente: la “formación de una voluntad colectiva nacional-popular, de la cual el moderno príncipe es, al mismo tiempo, el organizador y la expresión activa y operante” y, por el otro lado, una “reforma intelectual y moral“. 19
 
El partido, por consiguiente, no se encerrará en una concepción dogmática cerrada, localista y parcial de la vida nacional, sino que será una “primera célula en la cual se reasuman los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a convertirse en universales“. El partido será escuela “de vida estatal“, instancia de “espíritu estatal“. 20
 
Los partidos serán escuelas de cultura política, de dirigencia intelectual: “Las clases expresan a los partidos, los partidos crean los hombres de estado y de gobierno, los dirigentes de la sociedad civil y de la sociedad política… No puede haber creación de dirigentes donde falta la actividad teórica, doctrinaria de los partidos, donde no existen sistemáticamente investigaciones y estudios de las razones de ser y de desarrollo de la clase representada“. 21
 
Por consiguiente, sino se da esa actividad teórica, prosigueGramsci en sus Cuadernos, encontraremos “escasez de hombres Estado, de gobierno, miseria de la vida parlamentaria, facilidad de disgregación de los partidos, corrompiendo y absorbiendo a los pocos hombres indispensables. Por lo tanto, miseria de la vida cultural y angustia mezquina de la alta cultura: en lugar de la historia política, la erudición desencarnada; en lugar de la religión, la superstición; en lugar de los libros y de las grandes revistas, el periódico y el folleto“. 22 De esta manera, según Gramsci, la burocracia jerárquica substituía la jerarquía intelectual y política.
 
Por el contrario, Gramsci propugnaba un partido abierto a la sociedad, en verdadero ejercicio de una hegemonía, o sea, en una “guerra de posición” que le permita ir conquistando las diversas trincheras sociales, hacia una concepción que supere el corporativismo y el integralismo. Sólo así, el partido le será la base, no el edificio en sí, no el aparato alrededor del cual giren sus militantes, sino el fundamento de un “laicismo moderno y de una completa laicización de toda la vida“. 23
 
El partido grasmciano, por lo tanto, no debe ser un mero “instrumento mecánico” de la organización obrera, ni una simple “nomenclatura de las clases“, sino conciencia operante, reformador intelectual y moral de la sociedad, creador de hegemonía, con la misión de desarrollar y universalizar a las mismas clases. 24
 
El partido político al no ser un mero instrumento de acción, se vuelve, en Gramsci, un objeto de estudio desde el punto de vista morfológico-sociológico, aglutinando lo mejor de la sociología partidista de tinte burgués, la de Weber, Pareto, Croce, Michels.
 
El partido político, escribe Gramsci, es precisamente el mecanismo que, en la sociedad civil, cumple el Estado en una dimensión más grande y más sintéticamente en la sociedad política; es decir, procura el enlace entre intelectuales orgánicos de un grupo, el que es dominante, y los intelectuales tradicionales; y esta función el partido la cumple precisamente en dependencia de su función fundamental, que es la de elaborar sus propios componentes, que son los elementos de un grupo social nacido y desarrollado como “económico”, hasta convertirlos en intelectuales políticos calificados, dirigentes, organizadores de todas las actividades y las funciones que son inherentes al desarrollo orgánico de una sociedad integral“. 25
 
Gramsci, por consiguiente, amplía el horizonte tradicional marxista del partido político. No se circunscribe, en su confrontación con la sociología moderna, en el continente económico, como bien lo señala Cerroni. 26 Pretende hacer ciencia política y empieza a “hacer cuentas” con un clásico: Maquiavelo. De esta manera, unirá política y cultura.
 
El estudio del partido será la teoría de la historia y de la teoría de la política. 27 El moderno Príncipe será el “organizador” de una “reforma moral e intelectual“, que significa, paraGramsci, “crear el terreno para un ulterior desarrollo de la voluntad colectiva nacional-popular hacia el cumplimiento de una forma superior” de civilización moderna. 28
 
Sólo así el estudio del partido escapará al reduccionismo mecanicista o economicista: a ser considerado como mera máquina (vs. Michels) o como mera pasión (vs. Croce) o como mero fenómeno del poder u organismo orientado al deseo de poder (vs. Weber). SiMichels hablaba de la “ley férrea de la oligarquía“, en donde describía la máquina delpoder y la burocratización en los partidos socialistas, si Weber afirmaba que los partidos no eran otra cosa que “distribuidores” de oficios y cargas o si los pensadores sociólogos de las élites, como Pareto, Mosca y Croce, negaban el partido de masas, Gramsci, recogiendo la crítica y valorándola, trataba también él de descubrir su morfología y, al mismo tiempo, no olvidar su teología o su programa histórico. 29 El partido no sólo será “la mera narración de la vida interna de una organización política“, ni tan sólo “los primeros grupos que la constituyen, las polémicas ideológicas a través de las cuales se forma su programa“; esto sería solamente “la historia de restringidos grupos de intelectuales o a lo sumo la biografía de una personalidad singular“.
 
El partido es eso y algo más. Es la “historia de una determinada masa de hombres que habrán seguido a los promotores, que los habrán sostenido con su confianza, con su lealtad, con su disciplina, que los habrán criticando realísticamente“. Pero, ciertamente, será también la “historia de un determinado grupo social“, no aislado, sino encuadrado dentro del “conjunto social y estatal” y “muchas veces también con interferencias internacionales“. 30
 
La originalidad, pues, del partido en el pensamiento de Gramsci consiste en haber “alargado” el horizonte del partido, como lo había hecho con el estado moderno. El partido deberá ser estudiado dentro de la historia y la política, interpelando y discutiendo y heredando los aportes de la sociología burguesa. Ya no será un mero fruto de “La Clase“, ni un simple instrumento de la revolución se debe analizar como “orgánico” a la historia determinada de un pueblo, radicando, en su problemática nacional.
 
Solamente así el Príncipe moderno, o partido, podrá ser él mismo un “dirigente“, creador de un Pueblo-nación y, por lo tanto, creador de una cultura, de una reforma intelectual y moral de la sociedad, sin las cuales imposible una nueva sociedad. Sólo así se podrá superar, segúnGramsci, el concepto de partido-clase, la función de partido como mera proyección del clasicismo del proletariado y evitar el integralismo y totalitarismo, de todo tipo, aún el que no quiere confesarse como tal porque “parece portador de una nueva cultura“. 31
 
Gramsci está consciente que debe huirse de todo determinismo: las fluctuaciones de la política o de la ideología no son “meras expresiones inmediatas de la estructura“. 32 Por lo tanto, el partido es y debe ser expresión de culturas: no un simple “prejuicio“, ni sola pasión o deseo de poder, sino también, recuperando una idealidad, expresión de racionalidad histórica, substancialidad ética y política, instancia de hegemonía.
 
El intelectual colectivo
 
De las anteriores premisas, en cuanto al partido político en Gramsci, podemos inferir lo siguiente:
El partido político deberá tener una estrategia nacional. Es decir, una política adaptada a la propia historia nacional, con todas sus determinaciones culturales y, por lo tanto, teniendo en cuenta el fenómeno de las culturas populares.
 
Una política, pues, que no ignore el factor de las “instituciones“, pero tampoco que no margine el momento del “consenso” y el elemento cultural popular. Esta es la razón por la cual Gramsci, en el análisis del meridión italiano, empezó a estudiar el fenómeno religioso como fenómeno histórico-político, como un típico fenómeno sociológico. Solamente así, esta estrategia política no será un elemento que le llega “desde fuera“, como una cosa extraña al partido, impuesta políticamente, ajena a su cultura En el caso de Italia en particular: ya no será la estrategia “leninista“, típicamente “rusa“, aplicada mecánicamente. El partido deberá desarrollar una nueva creación, “exnovo original“, en cuanto a la “voluntad colectiva“, en donde “sea definida la voluntad colectiva y la voluntad política en general, en sentido moderno, la voluntad como conciencia activa de la necesidad histórica, como protagonista de un real y efectivo drama histórico“. 33
 
La espontaneidad no vendrá, pues, a las masas desde lo alto o desde el exterior, sino que vendrá cobijada, mediada, por las condiciones culturales nacionales. En Gramsci, por lo tanto, la experiencia, revolucionaria rusa no fue un modelo mecánico a seguir, sino en todo caso solamente un “ideal“, una “experiencia metafísica“, no una copia que tiene que aplicarse. Los límites y fracasos del socialismo real posterior darán a Gramsci la razón en este aspecto.
 
El partido político, por consiguiente, ya no tendrá como finalidad fundamental, ni la “disciplina“, ni la “obediencia” al jefe “carismático“. No será un partido militarizado, ni centralizado, ni jerárquico.
El partido tendrá como objetivo prioritario abrirse al ámbito de la cultura, para ganar los espacios del consenso, de la libertad individual, de la creación intelectual y moral. Ya no será el gran fetiche que exige obediencia sacra a los militantes. Su perfección como partido consistirá precisamente en desaparecer como tal. 34 Es la crítica de Gramsci al estalinismo.
 
Y es la crítica, por otro lado, a ese “individualismo” que, en la práctica, niega la “libertad” de los hombres porque sólo es “hombre” el que detenta los bienes materiales, o el que juzga imposible o “anti-espiritual” “el buscar una forma de propiedad en la cual las fuerzas materiales integren y contribuyan a constituir todas las personalidades”. 35 AquíGramsci rescata y defiende la real y efectiva libertad individual, no sólo aquella frente al partido, sino esa que radica en la “naturaleza” humana y que se encuentra dentro del mismo hombre, en la “unidad del hombre y de las fuerzas materiales“. 36
 
El partido político no deberá copiar otras estrategias, fuera de la propia y nacional cultural; no olvidando los aportes de lo mejor de la cultura universal. Si el partido “copia” otras visiones ajenas, y las aplica mecánicamente corre, el riesgo de obtener consensos superficiales, pasajeros, que no implican una verdadera reforma intelectual y moral. Sabemos, por la historia reciente, que los primeros vientos del poder se llevarán a los individuos que se consideraban los mejores. Precisamente porque las “certidumbres morales y psicológicas“, de las que hablaba Gramsci, les eran ajenas. El partido por otro lado, para propiciar el mejor programa tendrá que radicarlo en la historia nacional.
 
Si el partido no se sitúa culturalmente dentro del clima intelectual de su propio pueblo no podrá crear ni cultura permanente, ni verdadero consenso. De ahí surge, en Gramsci, para Europa, su concepto de “guerra de posición“, en oposición a la “guerra de maniobra“. De esta manera el partido no será extraño al pueblo-masa, sino “dirigente“, aun antes de tomar el poder. Se podrá, así, concertar orgánicamente con la sociedad civil, no solamente con la sociedad económica. 37
 
Podrá evitar y criticar, como Gramsci a Bordiga, eseCentralismo orgánico y pugnar, en todo caso, por un centralismo democrático bien entendido, en donde el militante siempre será un iniciador y un jefe. Siempre habrá que evitar, según Gramsci, el identificar “el individuo con el todo“, especialmente si ese todopretende “ser representado por los dirigentes“. Es menester, prosigue Gramsci, propiciar no el “consenso pasivo e indirecto“, “sino el activo y directo, la participación por consiguiente de los individuos, aunque si esto puede provocar una apariencia de disgregación y de tumulto“. 38
 
Es aquí, en donde a plena luz, emerge la concepción democrática partidista en el pensamiento de Gramsci.
 
Pero el partido no podrá encerrarse dentro de sí mismo. Será la primera célula que reasuma los gérmenes de una voluntad colectiva que tiende a convertirse en universal. Un universal que no es totalitarista, que tiende a desaparecer como partido, por lo mismo que no elimina a los particulares, que es un “intelectual colectivo“, pero que no es la conciencia colectiva. No es la clase obrera, sino una parte de la misma clase obrera (contra Bordigaque pensaba que el partido era el “órgano“) y que de ninguna manera puede sustituir a la clase proletaria. 39
 
El partido político si quiere, según Gramsci, rebasar el sectarismo y las limitaciones de quien sacraliza su aparato institucional, debe encontrar su dimensión cultural: ser “conciencia crítica y operante”, “órgano de educación“, el focolare de la fe, el depositario de la doctrina, el poder supremo que armoniza y conduce a la meta las fuerzas organizadas de la clase obrera y campesina. 40 Solamente así podrá el partido político ser un “instrumento de íntima liberación, por medio del cual el obrero de ejecutor se convierte en iniciador; de masa se convierte en jefe y guía, de brazo se convierte en cerebro y voluntad“.
 
De aquí nace en Gramsci la concepción histórica y crítica del partido. Partirá deMaquiavelo para elaborar su teoría política como una “ciencia“, y partirá de la Edad Media para crear su concepto de los “intelectuales“, sobre todo de aquellos que entienden el tránsito del sentir-comprender-saber al saber-comprender-sentir. 41
 
Por lo tanto, el partido político gramsciano, como intelectual colectivo, debe tender siempre a “leer” los signos de los tiempos. Como Maquiavelo, al configurar su modelo de Príncipe moderno, tenderá a crear esa vis (fuerza) que vencerá a la Diosa Fortuna. El partido será, para Gramsci, expresión del espíritu, no fruto mecánico de la naturaleza. Será no una máquina de poder o una armadura de tipo militar, sino un arte para socializar la política y un método para politizar la sociedad civil. Y, después de todo, siempre Gramsci podrá escribir: “Es verdad que se puede decir que un partido no está jamás completo y formado, en el sentido que todo desarrollo crea nuevos objetivos’‘. 42
 
Notas
  1. Croce, B., “Il Partito come giudizio e come pregiudizio”, en Cultura e Vita morale, Bari, 1955.
  2. Arru, A., Classe e partito nella Prima Internationale, Bari, 1972, p.47, “Lettera di Marx a Freiligrath del 1860″.
  3. Marx, K, Il Signore Vogt, Roma, 1970, p. 51
  4. Kautsky, K, La via al potere, Laterza, Bari, 1969, p.71.
  5. Cfr. Salvadori, M.L.,  Kautsky e la rivolucione socialista, Milano, 1977, p.70.
  6. Rosemberg, A.,Democrazia e socialismo, Bari, 1973, p. 288.
  7. Storia del partito comunista dell’URSS, Roma, 1960, p.42. Ver, V. Strada, en el Che fare, Torino, 1971.
  8.  Lenin, VI., Opere complete. Vol. VIII, Ed. Riuniti, Roma, 1959, p.281.
  9. Idem, I Nostri compiti e i Soviet dei deputati operari, vol.X, 1961.
  10. Kautsky, K., Programa de Erfun, I presupposti del socialismo e i compiti della socialdemocrazia, Ed. Laterza, 1974, p. XIX.
  11. Labriola, . A., Discorrendo di socialismo e di filosofia, en Saggi sul materialismo storico, Laterza, Bari, 1953, p.265.
  12. Gramsci, A., La costruzione del partito comunista, Einaudi, 1974.
  13. Gramsci, A., Passato e Presente, Riuniti, Roma, 1971, p.8.
  14. Gramsci, A., Per la veritá: seritti tra il 13 e il 26, Riuniti, Roma.
  15. La formazione del grupo dirigente del PCI, Riuniti, 1962, p.194.
  16. Gramsci, A., Quaderni, Edición crítica de Valentino Gerratana, p.1629.
  17. Vacca, G., Marxismo e analisi sociale, De Donato, Bari, 1969, p.190. Ver también Fetscher, L, Il Marxismo. Storia Documentaria, Vol. III, Milano, 1970, p.112.
    18. Gramsci, A., Quaderni, p.1825.
    19. Idem, p.1561.
    20. Idem, p.919.
    21. Gramsci, op. cit., p.387.
    22. Idem.
    23. Idem, p. 1561.
    24. Idem, p.387.
    25. Idem,p.1753.
    26. Cerroni, U., “Gramsci e la teoria politica del socialismo”, en Teoria Politica e socialismo, Roma, 1973.
    27. Quaderni, p.1629-30, 1559.
    28. Idem, p.1560.
    29. Ver Croce, “Il partito come giudizio e come pregiudizio”, en Cultura e vita morale, Bari, 1955.
    30. Quaderni, p.1630.
    31. Quaderni, p.800.
    32. Quademi, p.871.
    33. Quademi, p.1559.
    34. Quaderni, p.1732
    35. Quaderni, p. 1784.
    36. Quaderni, p. 871 y ss. Cfr. Bobbio, N., Gramsci e la concezione della Societá Civile, Milano, 1976.
    37. Quaderni, p.1771.
    38. Spriano, P., “Introduzione”, en Gramsci, scritti politici, Roma,
    39. Gramsci, A., Democrazia operaliA; en L’Ordine nuovo, Junio 21, 1919.
    40. Gramsci, A., L’Ordine nuovo, (1919-1920) Torino, 1955 p.157
    41. Quaderni, p.1513.
    42. Quademi, p.1732.