10 agosto 2014

Paraguay: entre la tierra sin mal y los malditos terratenientes.

Se intenta degradar la imagen de los campesinos e indígenas como "haraganes" mientras se exalta al sojero como los "productores que hacen progresar al país".
 
Por Delia C. Ramírez  
 
 
El proceso de globalización de la agricultura se presenta de un modo muy similar en los diferentes países de América Latina, no obstante en el caso paraguayo se observa un mayor grado de profundización de la beligerancia vinculada a los conflictos territoriales por la desigualdad de los recursos. La trascendencia de los problemas actuales que afectan gravemente a las comunidades campesinas e indígenas llama a multiplicar la información y las lecturas al respeto.
 
Un problema de larga data
 
Ya en la década de 1940, Carlos Pastore advertía algunos de los flagelos que marcarían al Paraguay durante el siglo XX y XXI: la explotación extractiva de la riqueza forestal, la debilidad de la legislación en materia de protección de bosques, la preeminencia de intereses extranjeros en el control de la industria y del territorio paraguayo. En sus propias palabras dice este autor “Cinco de las principales firmas extranjeras que operan en el Paraguay poseen el 20% de sus bosques y son las principales exportadoras de productos forestales” (Pastore, 2013: 496).
 
Es sorprendente la lucidez de Pastore cuando dice temprana, concreta y literalmente: “Es un sistema económico destructivo, de liquidación, en que la vida humana vale menos que el de las bestias y en que la ley no regula los actos de los gobernantes ni los derechos de los gobernados. La dilapidación de la riqueza forestal y el vaciamiento económico del país con las manifestaciones visibles de este sistema. Los capitalistas internacionales se llevan el jugo y la esencia de los frutos, dejando a los paraguayos la cáscara y el bazago” (Pastore, 2013: 500)
 
Otra cuestión interesante en la obra de este autor es la identificación en aquellos tiempos de la inserción de capitales financieros en la figura de bancos extranjeros (argentinos y brasileños). Esto resulta en los tiempos actuales un aspecto fundamental para la agricultura globalizada. El capital financiero, y sus mecanismos de especulación, definen condiciones que impactan en los territorios locales.
 
Como se puede observar, estudiando el comportamiento del capital y la agricultura a lo largo de la historia, lo novedoso en este modelo de “globalización de la agricultura”, o modelo del agribussines o del agronegocio, no es la concentración, sino los cambios en las tramas de las relaciones sociales, cambios productivos, tecnológicos e identitarios que terminan reconfigurando el mundo rural (Gras y Hernández, 2013).
 
Las transformaciones en la modalidad productiva no son solo cuantitativas, sino también cualitativas ya que generan otra lógica de concentración empresarial. Uno de los pilares de esta forma de “hacer negocios” radica, justamente, en la gran escala. En rigor, la vieja “cuestión agraria” de cómo hacer para “revertir el atraso” de “pequeños productores” y que éstos se incorporen al proceso capitalista, deja de ser un problema, pues estos productores de baja capitalización resultan un estorbo y por ello deben ser desplazados. En el caso argentino pasan a ser clasificados como “pobres rurales”; el caso paraguayo es más dramático aun porque se promueve directa o indirectamente su exterminio.
 
Mientras que en Argentina, el conjunto de reformas políticas e institucionales neoliberales de los 90 fueron sustanciales para la incorporación de elementos centrales del modelo del agronegocio, en Paraguay no hubo necesidad alguna de reformar los marcos institucionales. El transgénico ingresó sin mayores restricciones y se llevó puesto a un presidente cuando así lo necesitó.
 
Gras y Hernández (2013) explican que hablar de agronegocio no refiere solo a un actor o a un cultivo específico; sino a una lógica de producción que dispone de variantes locales. Los elementos centrales de esta lógica son:
 
- Transectorialidad: mayor integración vertical de los procesos productivos, lógicamente se priorizan las actividades que valorizan para el capital.
 
- La priorización de las necesidades del consumidor global al local.
 
- La intensificación del papel del capital en los procesos productivos agrarios.
 
- La estandarización de las tecnologías, insumos, biotecnologías, que implican un continuo desprendimiento de la mano de obra.
 
- El acaparamiento de tierras para la producción en gran escala.
 
América Latina es la región de mayor extensión de cultivos transgénicos en el mundo. El Cono Sur ha devenido la principal plataforma mundial para la producción de soja. Esto no puede mirarse sin considerar el modo en que se sustenta la división internacional de las actividades económicas (Rojas Villagra, 2009; Gras y Hernández, 2013)
 
A continuación, se realizará una breve caracterización de los actores que en Paraguay disputan los territorios en el modelo de la globalización de la agricultura.
 
1) Empresarios
 
Los “empresarios globalizados” (Gras y Hernández, 2013) son aquellos que organizan su producción con independencia casi total con las relaciones sociales y económicas localizadas territorialmente. Para ellos el territorio es solo un recurso funcional a su acumulación. Esto contrasta fuertemente con lo que significa el territorio para los campesinos, que conectan la tierra con sus tradiciones, y ni que decir para los indígenas.
 
Luis Rojas Villagra (2009) ofrece una interesante clasificación sobre los empresarios del Paraguay en la que figuran:
 
a) Corporaciones transnacionales. Ellas concentran la provisión de insumos y la comercialización y su presencia en los territorios se camufla con otras figuras.
 
b) Empresas Nacionales. La gran mayoría tiene intervención de capitales brasileños y argentinos, con lo cual se complejiza la categoría “nacional”.
 
c) Cooperativas. Sus socios son principalmente de ascendencia europea y menonita. Los rubros principales son la exportación de soja y carne.
 
Una de las cuestiones más interesantes resulta el perfil del empresario latifundista en Paraguay, se trata de un tipo de empresario dependiente de los recursos del Estado y de las licitaciones que deberían ser públicas. Palau los denomina “empresaurios” o “pseudo empresarios” por su carácter corrupto, tradicionalista, no autónomo, no competitivo y dependiente de la competencia desleal. Este empresario propende al enriquecimiento por vías del contrabando, evasiones, desvíos de fondos públicos (Palau, 2005).
 
Este tipo de empresario que recurre al fraude y a la coerción física como estrategias económicas. Estos empresarios, muchos de ellos con tintes mafiosos, se encuentran nucleados en la Asociación de Productores de la Soja (APS), la Unión de Gremios de la Producción (UGP) y la Cámara Paraguaya de Exportadores y Comercializadores de Cereales y Oleaginosas (CAPEO).
 
Estos empresarios ven en las acciones de mensura de la tierra por parte del Estado una amenaza. Ese detalle en si mismo da cuenta de las necesidades y características de este actor que basa la generación de su renta en condiciones fraudulentas e irregulares que datan de la época del stronismo. La Comisión de Verdad y Justicia (2008) estima que se localizan unas 8 millones de hectáreas de tierra mal habida, que hasta el momento han sido inaccesibles para los campesinos y campesinas.
 
2) Campesinos y campesinas
 
Fogel (2013) los define como una “clase subalternizada” que no solo padece las consecuencias de la injusticia estructural en las dificultades para la subsistencia sino una persecución en términos de estigmatización y descalificación y una violenta represión.
 
El Estado y las burguesías agropecuarias desarrollan procesos de estigmatización, aislamiento y violencia pertinaz sobre los campesinos (Arellano y Ramírez, 2013).
 
La bibliografía en Paraguay muestra una composición y descomposición dinámica del sector, que se vincula con la ofensiva permanente del empresariado y sus múltiples estrategias para asfixiar al campesinado. Aquí debe destacarse el creciente papel de la mujer para la visibilización de sus demandas y del sector en general en relación con, fundamentalmente, las problemáticas medioambientales.
 
3) Narcos
 
Representan actualmente un actor de poder. Se encuentran vinculados a la producción de marihuana y el tráfico de cocaína. Al respecto dice Tomás Palau: “Este grupo, íntimamente vinculado a todas las esferas de poder, completa sus ganancias con el lavado de dinero. Se trata de un poder paralelo, subterráneo pero visible para toda la población (especialmente la rural) que controla importantes recursos de poder político y administrativo del Estado” (Palau, 2005: 36) .
 
Los narcos sujetan a los campesinos a la producción de marihuana bajo penas de represalias. Narcos y empresarios son básicamente anticampesinos.
 
4) Carperos
 
El carpero es un actor relativamente reciente y se circunscribe alrededor de las tierras de Ñacunday. Con su accionar han puesto de manifiesto operaciones fraudulentas del enclave sojero, con lo cual su presencia en la escena pública significa un riesgo y por eso reciben una imagen satanizada a partir de una permanente campaña mediática de desprestigio, detenciones y allanamientos.
 
Actualmente el Movimiento carpero se encuentra debilitado; Fogel (2013) llega a hablar de un “cuasi exterminio” para definir su violenta retracción.
 
5) Indígenas
 
 Si los conflictos de los campesinos en Paraguay son de larga data, qué decir de los indígenas que históricamente pasaron del atropello a la invisibilización y viceversa. La historia que conocemos de ellos, es la historia de la resistencia, en todos los sentidos.
 
Según el último censo (2002), Paraguay registra una población indígena de 87.099 habitantes, lo que representa el 1,7% del total del país. Ellos se encuentran principalmente en las zonas rurales. En Paraguay están distribuidos en 19 pueblos y agrupados en diferentes familias lingüísticas.
 
En el informe final de CODEHUPY (2012), Eddie Ramírez y Perla Álvarez dan cuenta detalladamente de las diferentes formas de discriminación a las que son sometidos los indígenas, y Lorna Quiroga muestra con claridad la disputa territorial. Con la venta irregular de territorios ancestrales, que se realizó luego del golpe parlamentario de 2012, por un lado, y la disputa entre campesinos e indígenas Aché, luego de la masacre de Curuguaty. En efecto, se observa que en el desplazamiento al que obligan los agronegocios se despiertan nuevos antagonismos entre sectores subordinados.
 
A modo de conclusión
 
Desde principios de siglo XX se observa un continuo corrimiento de la frontera agraria, pero el modelo de la agricultura globalizada acelera el proceso de concentración mientras destruye con llamativa rapidez la vida de los sectores marginados.
 
La violencia se dirige principalmente a los campesinos e indígenas, no solo porque ellos no tienen cabida dentro del modelo del agronegocio sino porque poseen capacidad de agencia para la acción política. La violencia hacia ellos no busca solo el despojo sino destruir toda forma de organización y alternativa de vida.
 
Las metodologías represivas de destrucción de casas, escuelas, huertas comunitarias y sistemas de autogestión pueden leerse en un plano empírico de destrucción de la subsistencia, pero también en un plano semiótico y político de aniquilamiento de la organización comunitaria a través de la desmoralización. En los atropellos a la comunidad indígena de Iva Poty como a otros asentamientos campesinos, tienen una función de generar una acción ejemplar que discipline toda forma de resistencia de estos sectores. El caso de la masacre de Curuguaty y su posterior aberrante tratamiento, tienen este mismo sentido “aleccionador”.
 
La fragilidad de campesinos e indígenas es aún mayor de la que se observa en otros grupos sociales marginados en los demás países asechados por la agricultura globalizada. A diferencia de otras poblaciones que confrontan con el agronegocio la capacidad económica de los campesinos paraguayos se encuentra totalmente erosionada quizás porque nunca contaron con una capitalización previa que les permitiría resistir o tomar otras alternativas por fuera de la migración forzosa o la simple desaparición.
 
Salvo en muy contadas excepciones, la acción judicial ha tendido a la hegemonía de la clase terrateniente y a producir, profundizar y perpetuar la marginalidad de los sectores campesinos e indígenas. Las eventuales barreras que dispone la ley, son sorteadas fácilmente con artilugios montados por los empresarios. En este sentido, la masacre de Curuguaty representa la antesala de una nueva etapa, en la que la violación de los DDHH se realiza bajo un marco de “legalidad” supuestamente democrática. A diferencia de lo que sucede en otros países, en Paraguay poseer el título de la tierra no resguarda a los campesinos e indígenas, pues la gran cantidad de documentos adulterados resulta conveniente para los terratenientes que gozan además de la protección del sistema judicial. En este sentido, el Instituto de Bienestar Rural y el Instituto Nacional de Desarrollo y Tierra tienen una historia de corrupción al favorecer directamente a los empresarios.
 
Además, existen comprobados vínculos que unen al agronegocio con los medios de comunicación. Empresarios y medios realizan una fina tarea para consolidar el modelo agroexportador paraguayo (Segovia, 2009). Esa tarea se basa en una batalla simbólica que intenta degradar la imagen de los campesinos e indígenas como “haraganes”, “especuladores”, “terroristas” mientras se exalta al sojero y al ganadero como los “productores que hacen progresar al país” (Guggiari, Ramírez y Torrents, 2012).
 
Finalmente, cabe mencionar que existen no pocos estudios que hablan de la reducción, contracción, achicamiento del Estado con el neoliberalismo. También hay investigadores que advierten que el Estado hace “la vista gorda” a las violaciones que suceden en los territorios, un Estado ausente. El caso paraguayo, por el contrario, es un Estado muy presente en el proceso de expansión de los empresarios del agronegocio, en la territorialización ejercida por las corporaciones y en la destrucción del campesinado.
 

Bibliografía

Álvarez y Ramírez Osorio (2012), “Entre el acoso y la exclusión. Discriminación indígena”, Informe CODEHUPY 2012.

Arellano y Ramírez (2013), “M’mbae pico oiko. Violencia y territorio en paraguay. Continuidades e innovaciones” II Seminario internacional de los espacios de frontera. II Geofronteras. 23, 24 5 25 de septiembre de 2013, Posadas, Misiones.

Fogel, Ramón (2013) “Las Tierras de Ñacunday, Marina Kue y otras calamidades”, Asunción, Servi Libro.

Gras y Hernández, (2013), “El Agro como negocio. Producción, Sociedad y territorios en la globalización”, Buenos Aires. Editorial Biblos.

Guggiari, Ramírez y Torrents, (2012), “Narrativas autoritarias del “frente golpista” en el contexto de ruptura de la democracia en Paraguay a partir de un Golpe Parlamentario en junio de 2012”, Revista Paraguay desde las Ciencias Sociales, ISSN 2314-1638, Grupo de Estudios Sociales sobre Paraguay (GESP).

Pastore, Carlos (2013), “La Lucha por la tierra en Paraguay”, Asunción, Intercontinental Editora S.A.
Palau, Tomás (2005), “El Movimiento campesino en Paraguay: conflictos, planteamientos y desafíos. En: OSAL: Observatorio Social de América Latina. Año 6 no. 16 (jun.2005). Buenos Aires: CLACSO, 2005.

Quiroga, Lorna (2012), “De la inestabilidad al golpe parlamentario. Derechos de los pueblos indígenas”, Informe CODEHUPY 2012.

Rojas Villagra, Luis (2009), “Actores del agronegocio en Paraguay”, Asunción, Base Is.
Segovia, Diego (2009), “Medios de Comunicación y agronegocio” en Actores del agronegocio en Paraguay, Asunción, Base Is.

Delia C. Ramírez es becaria de CONICET/UNSAM e integrante del Movimiento 138, colectivo de resistencia cultural en Paraguay.

Fuente: http://www.lahaine.org/index.php?p=73863