24 febrero 2015

Falla el putsch de Obama en Venezuela.

Estados Unidos, Alemania, Canadá, Israel y el Reino Unido participantes en la «Operación Jericó»

Por por Thierry Meyssan


Una vez más, la administración Obama trata de cambiar por la fuerza un régimen que se resiste a sus designios. El 12 de febrero de 2015, un avión propiedad de Academi (ex Blackwater) disfrazado con las insignias de las fuerzas armadas de Venezuela debía bombardear el palacio presidencial de Caracas para eliminar físicamente al presidente Nicolás Maduro. Los conspiradores tenían previsto poner en el poder a la ex diputada María Corina Machado y hacerla aclamar de inmediato por varios ex presidentes latinoamericanos.

| Damasco (Siria)
                                                       
El presidente Obama con su consejero para Latinoamérica, Ricardo Zúñiga. Al fondo, la consejera de Seguridad Nacional, Susan Rice.

El presidente Obama había emitido un claro aviso. Lo puso por escrito en su nueva doctrina de defensa (National Security Strategy): «Estamos del lado de los ciudadanos cuyo pleno ejercicio de la democracia está en peligro, como los venezolanos». Siendo Venezuela, desde la adopción de la Constitución de 1999, uno de los Estados más democráticos del mundo, esa frase presagiaba lo peor en materia de intentos destinados a impedir su marcha por el camino de la independencia y la redistribución de la riqueza nacional.

Era el 6 de febrero de 2015. Washington terminaba de planificar el derrocamiento de las instituciones democráticas de Venezuela. El golpe de Estado estaba planificado para el 12 de febrero.

La «Operación Jericó» contaba con la supervisión del Consejo de Seguridad Nacional (NSC), bajo la responsabilidad de Ricardo Zúñiga. Este «diplomático» es el nieto de otro Ricardo Zúñiga, el presidente del Partido Nacional de Honduras que organizó los golpes militares de 1963 y de 1972 a favor del general López Arellano. El Ricardo Zúñiga que ahora trabaja en la Casa Blanca dirigió desde 2009 hasta 2011 la estación de la CIA en La Habana, donde reclutó agentes y los financió para fabricar una oposición contra Fidel Castro a la vez que negociaba la reanudación de las relaciones diplomáticas con Cuba, finalmente anunciada en 2014.

Como siempre en ese tipo de operaciones, Washington se esfuerza por no parecer implicado en los acontecimientos que sin embargo dirige. La CIA organiza y dirige a los golpistas a través de organizaciones supuestamente no gubernamentales: la NED (National Endowment for Democracy) y sus dos tentáculos de derecha, el International Republican Institute (IRI) y de izquierda, el National Democratic Institute (NDI); la Freedom House y el International Center for Non-Profit Law.

Además, Estados Unidos siempre recurre a sus aliados utilizándolos como contratistas en ciertos aspectos del putsch. Esta vez participaron al menos Alemania –a cargo de la protección de los ciudadanos de los países de la OTAN durante el golpe–, Canadá –a cargo del control del aeropuerto internacional civil de Caracas–, Israel –encargado de garantizar los asesinatos de varias personalidades chavistas– y el Reino Unido –a cargo de la propaganda de los golpistas. Finalmente, también moviliza sus redes políticas para que reconozcan a los golpistas: en Washington, el senador Marco Rubio; en Chile, el ex presidente Sebastián Piñera; en Colombia, los ex presidentes Álvaro Uribe Vélez y Andrés Pastrana; en México, los ex presidentes Felipe Calderón y Vicente Fox; en España, el ex presidente del gobierno José María Aznar.

Para justificar el putsch, la Casa Blanca había estimulado grandes empresas venezolanas a retener en sus almacenes enormes cantidades de productos de primera necesidad. La no distribución de esos productos tenía como objetivo provocar grandes colas ante los comercios y el estallido de motines estimulados por la acción de provocadores infiltrados entre los consumidores descontentos. La maniobra fracasó ya que, a pesar de la escasez artificialmente provocada durante enero y febrero y de las colas ante las tiendas, los venezolanos nunca llegaron a atacar los comercios.

Para reforzar el sabotaje económico, el presidente Obama había firmado, el 18 de diciembre de 2014, una ley que impone sanciones contra Venezuela y contra varios de sus dirigentes. Oficialmente, Washington decía querer sancionar a las personalidades responsables de la represión contra manifestaciones estudiantiles. En realidad, desde el inicio del año, Washington estaba pagando un salario -4 veces superior al ingreso medio de los venezolanos– a los miembros de pandillas que se dedicaban a agredir a las fuerzas del orden. Estos falsos estudiantes asesinaron a 43 personas en varios meses y sembraban el terror en las calles de Caracas.

 
 El ex número 2 de la ISAF en Afganistán, general Thomas W. Geary, actualmente al mando de la inteligencia del SouthCom.

La acción militar estaba bajo la supervisión del general Thomas W. Geary, desde la sede del SouthCom en Miami, y de Rebecca Chavez, desde el Pentágono. Como subcontratista de la parte militar del golpe aparecen el ejército privado Academi (ex Blackwater); una firma actualmente administrada por el almirante Bobby R. Inman (ex jefe de la NSA) y John Ashcroft (ex secretario de Justicia de la administración Bush).

Según esa parte del plan, un avión militar Super Tucano, matrícula N314TG, comprado por Academi en Virginia, en 2008, para asesinar a Raúl Reyes, número 2 de las FARC colombianas, avión falsamente identificado con las insignias de las fuerzas armadas de Venezuela, debía bombardear el palacio presidencial de Miraflores y otros objetivos entre los que se encontraban la sede del ministerio de Defensa, la dirección de Inteligencia y la sede de TeleSur, el canal de televisión multinacional creado por el ALBA. El avión se hallaba en Colombia, el cuartel general de los putchistas había sido instalado en la embajada de Estados Unidos en Bogotá –la capital colombiana– con la participación del embajador estadounidense Kevin Whitaker y de su segundo, Benjamin Ziff.


 Varios oficiales superiores, activos y retirados, habían grabado de antemano un mensaje a la Nación anunciando que habían tomado el poder para restaurar el orden en el país. También estaba previsto que suscribirían el plan de transición, publicado en la mañana del 12 de febrero de 2015 en el diario El Nacional y redactado por el Departamento de Estado estadounidense. El plan incluía la formación de un nuevo gobierno, encabezado por la ex diputada María Corina Machado.

El golpe de Estado pondría en el poder a María Corina Machado. El 26 de enero de 2015, la ex diputada recibía en Caracas a sus principales cómplices extranjeros.

María Corina Machado fue presidenta de Súmate, la asociación que organizó y perdió el referéndum revocatorio contra el presidente Hugo Chávez Frías, en 2004, utilizando para ello –ya en aquel momento– los fondos de la NED (National Endowment for Democracy) y los servicios del publicista francés Jacques Seguela. A pesar de aquella derrota, María Corina Machado fue recibida con honores por el presidente George W. Bush en el Buró Oval de la Casa Blanca el 21 de marzo de 2005. Después de ser electa en 2011 como representante del Estado de Miranda, el 21 de marzo de 2014 María Corina Machado se presentó ante la Organización de Estados Americanos (OEA) como jefa de la delegación de Panamá a ese foro continental y fue inmediatamente destituida de su cargo de diputada por haber violado así los artículos 149 y 191 de la Constitución de Venezuela.

Para facilitar la coordinación del putsch, María Corina Machado organizó en Caracas, el 26 de enero, un coloquio denominado «Poder ciudadano y Democracia hoy», en el que participaron la mayoría de las personalidades venezolanas y extranjeras vinculadas a la intentona golpista.


¡Mala suerte! La Inteligencia Militar venezolana estaba vigilando a las personalidades sospechosas de haber fomentado un complot anterior para asesinar al presidente Maduro. En mayo de 2014, el fiscal de Caracas había acusado a María Corina Machado, el gobernador Henrique Salas Romer, el ex diplomático Diego Arria, el abogado Gustavo Tarre Birceño, el banquero Eligio Cedeño y el hombre de negocios Pedro M. Burelli, quienes negaron haber escrito sus propios e-mails afirmando que habían sido falsificados por la Inteligencia Militar. Por supuesto, todos eran cómplices.

Al seguir la pista de estos conspiradores, la Inteligencia Militar descubrió la «Operación Jericó». En la noche del 11 de febrero, los principales líderes de la conspiración y un agente del Mosad israelí fueron arrestados y se reforzó la protección aérea de la capital venezolana. Otros implicados fueron arrestados el 12 de febrero. El día 20, las confesiones de los arrestados permitieron la detención de otro cómplice: el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma.

El alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, era el agente de enlace con Israel. Ledezma había viajado secretamente a Tel Aviv, el 18 de mayo de 2012, para reunirse con el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu y con el ministro de Relaciones Exteriores Avigdor Lieberman actuando como representante del jefe de la oposición venezolana, Henrique Capriles Radonski.

El presidente Nicolás Maduro compareció de inmediato en televisión denunciando a los conspiradores. Mientras tanto, en Washington, la portavoz del Departamento de Estado hacía reír a los periodistas que recordaban el golpe de Estado organizado por Obama en 2009 en Honduras o más recientemente, en enero de 2015, en la intentona golpista de Macedonia, al declarar: «Esas acusaciones, como todas las anteriores, son ridículas. Es una política de hace tiempo, Estados Unidos no apoya las transiciones políticas por medios no constitucionales. Las transiciones políticas deben ser democráticas, constitucionales, pacíficas y legales. Hemos visto varias veces que el gobierno venezolano trata de desviar la atención de sus propias acciones acusando a Estados Unidos u otros miembros de la comunidad internacional por los acontecimientos en el interior de Venezuela. Esos esfuerzos reflejan falta de seriedad de parte del gobierno de Venezuela al enfrentar la grave situación que está confrontando.»

Para los venezolanos, este golpe de Estado abortado plantea un grave dilema: ¿Cómo mantener la democracia cuando los principales líderes de la oposición están en la cárcel por haber preparado crímenes en contra de la democracia?

Para quienes aún creen, erróneamente, que Estados Unidos ha cambiado, que ese país ha dejado de ser una potencia imperialista y que ahora defiende la democracia en el mundo, la «Operación Jericó» es un obligado tema de reflexión.

Estados Unidos contra Venezuela
- En 2002, Estados Unidos organizó un golpe de Estado contra el presidente democráticamente electo Hugo Chávez Frías [1] y posteriormente asesinó al juez venezolano a cargo de la investigación, Danilo Anderson [2].
- En 2007, Estados Unidos intentó un cambio de régimen organizando en Venezuela una «revolución de color» con la participación de grupos trotskistas [3].
- En 2014, Estados Unidos pareció renunciar a su objetivo y respaldó grupos anarquistas que realizaron innumerables actos vandálicos para desestabilizar Venezuela, lo que los venezolanos llaman la Guarimba [4].

 Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: La gran impostura II. Manipulación y desinformación en los medios de comunicación (Monte Ávila Editores, 2008).

 http://www.voltairenet.org/article186818.html

22 febrero 2015

Mercedes Sosa era los Rolling Stones y los Beatles juntos.

Rodrigo H. Vila recupera, en su película 'Mercedes Sosa: la voz de Latinoamérica', la memoria íntima, artística y de compromiso social y político de la cantante, una de las voces definitivas de la historia reciente de Latinoamérica.

BEGOÑA PIÑA

Mercedes Sosa acompañada de su hijo
 
 
Sus padres se fueron de viaje a Buenos Aires. Si no hubieran estado ausentes aquel día, el mundo habría perdido una de las voces más importantes de la música y el activismo latinoamericanos, la de Mercedes Sosa, ‘la Negra Sosa’. Tenía quince años y se apuntó a un concurso radiofónico. Fue el lanzamiento a toda su carrera. A lo largo del tiempo reconoció muchas veces que jamás se hubiera atrevido a participar si hubiera estado su madre. Ahora, seis años después de su muerte, se puede escuchar otra vez su voz recordando aquella anécdota. Es uno de los valiosos documentos con que cuenta Rodrigo H. Vila para su película Mercedes Sosa: la voz de Latinoamérica.

El cineasta sigue los pasos de Fabián, el hijo de la cantante argentina, que va buscando el testimonio de amigos, familiares, músicos… para construir con ellos la memoria íntima de su madre. “Mercedes Sosa era los Rolling Stones y los Beatles juntos”, sentencia el popular cantautor León Gieco. No se quedan atrás en sus reconocimientos otros artistas recordando la figura de la ‘cantora’, como a ella le gustaba definirse. Milton Nascimento, Chico Buarque, René Pérez… Incluso David Byrne, que pone el punto final a tan merecidos elogios, subrayando su faceta política: “Sus canciones, hasta las más poéticas, se convertían en un acto político”.
 
 
Y, efectivamente, la política marcó desgraciadamente una buena parte de su trayectoria. Nacida en medio de una inmensa pobreza, Mercedes Sosa siempre conectó desde su música con los obreros, los campesinos… Y más tarde, cuando más fieros rugían los regímenes militares en Latinoamérica, más cerca estaba ella del pueblo, de los reprimidos, los perseguidos… “Hermano dame tu mano, / vamos juntos a buscar / una cosa pequeñita / que se llama libertad”.

“La angustia que nos producía el hambre”

Mercedes Sosa: la voz de Latinoamérica comienza recordando la infancia de la cantante en Tucumán con las propias palabras de la artista —“La angustia que nos producía el hambre… Mi madre nos llevaba al parque para que no oliéramos a comida, porque nos moríamos de hambre”—, para pasar del principio al final, a los emocionantes momentos que se vivieron en Buenos Aires a su muerte, cuando hombres y mujeres de diferentes países, especialmente del Cono Sur, acudieron a la sede del Congreso Nacional argentino a rendir su último tributo a la artista.

A partir de ahí, el director Rodrigo H. Vila repasa la trayectoria profesional de Mercedes Sosa que fue al mismo tiempo un recorrido de compromiso social y político. “La personalidad de Mercedes Sosa es determinante a la hora de hacer una revisión, no solo de la música, sino también de la política de Latinoamérica”, dice Pablo Milanés, quien aparece en varios momentos a lo largo de la película, siempre para destacar lo irrepetible de una figura como la de esta mujer.
 
 
Amenazada de muerte


Afiliada al Partido Comunista, pasó inmediatamente a las listas negras de la dictadura militar. “De repente me vi amenazada de muerte con mis dos hijos… Yo no voy a irme de acá”, dijo, para tener que desdecirse muy poco después —“tuve que irme, porque ya me seguían demasiado de cerca los militares”— y así, sin duda, salvar la vida. Exiliada en París y Madrid, Mercedes Sosa no se rindió y antes de que terminara aquel régimen del horror, el más sangriento de la historia reciente de Argentina, en 1982 regresó a su país a cantar.

“Nosotros creímos en la democracia cuando vimos a Mercedes Sosa en aquellos conciertos en el Teatro Ópera”, dice un músico argentino, tras el que se escucha a la propia artista explicando que entonces uno de los siniestros genocidas se interesó por la persona que le había dado permiso para que actuara en Buenos Aires. Volvió a exiliarse y ya no reapareció hasta 1983, en la era Alfonsín.
 
 
Un cancionero para todo un país

Cofundadora del movimiento del Nuevo Cancionero, coautora del manifiesto que se firmó en Mendoza, fue una firmísima defensora de la música popular y renegó de la división artificial que se había creado entre el folclore y el tango. “Hay país para todo el cancionero. Sólo falta integrar un cancionero para todo el país”. Objetivo que Mercedes Sosa se propuso muy tenazmente y consiguió sobradamente, hasta el punto de que no solo las canciones del pueblo argentino, sino muchas del folclore latinoamericano, salieron gracias a ella de las fronteras hispanas y se expandieron por el mundo entero.

Joan Baez cantó a dúo con ella el legendario Gracias a la vida que recuperó la chilena Violeta Parra. En Alemania, recuerdan otros colegas músicos, la gente se le acercaba llorando y aunque no “entendían el idioma” se emocionaban con las canciones. “Era todo un fenómeno que ella producía”. El fenómeno del consuelo y del coraje, del compromiso y de la lucha. “Mi voz es un consuelo para mucha gente. Yo me di cuenta de eso”, decía Mercedes Sosa, a la que le gustaba repetir que era uno de los pocos artistas que estaban satisfechos con su trabajo, “porque soy una cantora del pueblo y soy muy feliz de eso”.