05 mayo 2015

El reto de Alberto Garzón.

Alberto Arregui
Rebelión
 
Todo cambio social profundo implica el choque entre clases que contraponen intereses materiales y, por tanto, concepciones políticas y éticas enfrentadas. Las épocas de crisis de las estructuras de dominación se saldan con la pugna por cambiar el statu quo, por una parte de la sociedad, y el mantenerlo, por parte de la clase dominante de turno. Pero, aunque es trascendente, se presta menos atención a un factor constante: las condiciones y resultados de esa lucha de clases se deciden, al tiempo, en cada campo en conflicto. La historia de las revoluciones, la francesa, mexicana, rusa o la española del 31 al 37, es la historia de las luchas internas en cada campo.
 
La llamada “Transición” de la dictadura franquista al régimen monárquico del 78 es, en gran parte, la historia de la pugna por el control político de cada campo en liza. La de la burguesía, por unificar su campo a través de un nuevo partido (la UCD) y tener un liderazgo político que apostaba por el pacto social y político con los dirigentes de la izquierda. La de los dirigentes del PCE y del PSOE, por controlar el movimiento de sus propias bases y de la clase obrera, y apaciguar su campo para pactar en secreto con la dictadura reformada y poder, después, pactar la constitución monárquica y burguesa. El mérito de los reformadores del franquismo fue comprender que no podían derrotar al movimiento obrero, pero que si podían entenderse con sus dirigentes.
 
Podríamos afirmar que existe una relación entre la crisis profunda de la izquierda, los cambios, la inestabilidad y la crisis de la sociedad. Mientras la nueva conciencia y las reivindicaciones, forjadas al calor de la crisis de sobreproducción capitalista y las luchas en las calles, pugnan por tomar forma política, las viejas organizaciones crujen o languidecen al no ser capaces de o bien encauzar o bien anular dichas ansias de cambio. La lucha de clases se expresa pues, en el seno de las organizaciones de la clase obrera. Por un lado, aquellos dirigentes políticos y sindicales que se han acostumbrado a vivir del Estado, de las empresas, de los cargos institucionales, de los pagos de Bankia… en definitiva que se han hecho parte del sistema y del régimen del 78. Enfrentados a ellos, aquella militancia y una parte de los dirigentes que se sienten identificados con las aspiraciones de la clase trabajadora, que siguen creyendo en que la única alternativa conduce al camino de una sociedad socialista. Y llega un momento en que ambas tendencias no son compatibles en el seno de la misma organización. Esa es la situación de Izquierda Unida.
 
La dirección a veces juega un papel que podríamos llamar bonapartista, inclinándose entre los grupos en conflicto. Algo que hasta cierto punto han hecho Cayo Lara, o José Luis Centella, pero ahora parece que el coordinador general de IU ha dejado ese papel de juez imparcial del que le gustaba alardear, para implicarse con todas las consecuencias con el ala de derechas, la de Llamazares, la del “partido Bankia” [2], la del “club de la ceja”, la de PRISA, la de los despachos de los aparatos de CCOO y UGT. Cayo Lara fue elegido coordinador general de IU después de un período tormentoso de crisis en la organización. Con ese dato no daríamos una referencia temporal, pues la vida de IU ha sido la de la “crisis permanente”, parafraseando a Marx.
 
Izquierda Unida surgió en 1986 como un proyecto de unidad popular alternativo a la política del PSOE que, tras un triunfo aplastante en octubre de 1982, había traicionado todas las esperanzas de su electorado. Desde su origen, simplificando un poco, se ha mantenido siempre una pugna entre dos tendencias; por una parte los partidarios de convertir a IU en la rueda de repuesto del PSOE, con una relación de vasos comunicantes en cuanto a respaldo electoral, la otra es la de ser una alternativa al sistema y, por tanto, también una alternativa al PSOE, no un repuesto ni una muleta. Gaspar Llamazares y su ahora partido, Izquierda Abierta, son la expresión más clara de esa opción intercambiable con el PSOE.
 
Cayo Lara sustituye a Gaspar Llamazares
 
Era el año 2008, noviembre, cuando se celebró la IX Asamblea federal de IU. Gaspar Llamazares había conseguido hurtar el resultado de la VIII Asamblea federal y, a pesar de haber quedado en minoría, se mantuvo un mandato más, trucando los resultados y forzando al candidato alternativo, Enrique Santiago, y a quienes lo habíamos respaldado, a aceptar la situación creada o enfrentarse a la escisión.
 
Pero el llamazarismo, a pesar de todos los trucos, llegó agotado a esta IX asamblea de IU tratando de agruparse en torno a una de sus estrellas, Inés Sabanés. La oposición a ese “alter PSOE” de IU buscaba una candidatura en torno a quien agruparse, pero el PCE consideraba a Enrique Santiago demasiado de izquierdas y demasiado independiente respecto a las consignas emanadas de los órganos del PCE, y la persona elegida fue Cayo Lara, un dirigente de perfil discreto y sin especial carisma político, pero que era precedido por una fama de persona honesta que pelearía por la unidad de la organización y, sobre todo, de una cercanía que lo diferenciaba de los anteriores coordinadores. Se convirtió en el candidato oficial del PCE para desbancar a los demás sectores y recuperar el control del aparato de IU.
 
En la misma asamblea federal, a pesar de haber sido el candidato más votado, no pudo ser elegido coordinador, esperando a que se posicionase la federación de Madrid, dirigida por Ángel Pérez (emblemático amigo de Florentino, según relata Escudier [3], y cumplidor de las políticas de Caja Madrid-Bankia), lo que era un mal presagio. A pesar de que algunas personas, entre las que se encontraban Enrique Santiago y yo mismo, insistimos en la necesidad de someter la elección de Cayo a votación, el afectado, de la mano de Willy Meyer (otro mal presagio), no quiso someter su candidatura a la decisión del Consejo Político Federal, aunque tenía suficientes votos garantizados, y su elección se aplazó para dar tiempo a negociar. Es decir, ya se empezaba usurpando las decisiones de la asamblea y del consejo federal para ser sustituido por el juego de camarillas, negociaciones secretas y bambalinas, otro mal presagio, y peor comienzo. IU estuvo sin coordinador un mes, obteniendo un porcentaje de respaldo del 55% en el CPF, algo inferior al que podría haber obtenido de haberse presentado a la votación de los miembros del CPF elegidos en la Asamblea Federal, alcanzando un acuerdo con las otras candidaturas de izquierdas como solía ser habitual.
 
Las maniobras entre bastidores sirvieron para reforzar al sector más burocratizado y derechista. Willy Meyer tenía un papel importante en la nueva dirección federal, así como Ángel Pérez, que entró a formar parte de la dirección permanente, junto a Inés Sabanés y Rosa Aguilar, personificación de la intercambiabilidad con el PSOE que caracteriza al llamazarismo.
 
La mayor parte de la militancia ha atribuido a Cayo Lara el mérito de haber impedido una escisión en IU, de haber recuperado una imagen de credibilidad y cercanía. Sin duda, la organización estaba al borde de la desaparición, siendo cierto que el coordinador supo negociar y atemperar los enfrentamientos de los diversos barones y taifas, el mayor mérito correspondió a la militancia con su labor y su presencia en las movilizaciones, como todo el mundo ha reconocido.
 
La crisis y la movilización social lo cambió todo
 
El contexto económico y político hizo aflorar las contradicciones sociales con gran tensión y la X Asamblea federal de IU en diciembre de 2012, ya expresó una corriente muy clara de choque entre dos tendencias enfrentadas en la organización. Los seguidores de Llamazares habían quedado muy mermados, pero la diferenciación se estaba produciendo en el bloque mayoritario de IU y del PCE. La agitación en la calle, el 15 M, las huelgas generales, la lucha contra los desahucios… habían trastocado las conciencias. La militancia buscaba una respuesta acorde a los tiempos de crisis y lucha, y la dirección estaba anclada en el pasado.
 
El ambiente en la asamblea era de radicalización, las delegaciones respaldaron las propuestas más audaces tanto en la política económica (“la época del pacto social ha muerto”), como en derechos democráticos (“disolución de los antidisturbios”), como en la estructura interna (“limitación y control de los salarios de los cargos públicos a dos veces y media el SMI”, “Soberanía de las asambleas de base en su ámbito y elección democrática de las listas electorales”). La dirección sufrió esta derrota con la calma de quien sabe que el papel se mete en un cajón. Las resoluciones de esa Asamblea jamás han visto la luz y, por supuesto, fueron ignoradas y violadas diariamente por la práctica de la nueva dirección a cuya cabeza se volvió a situar Cayo. Pero no hay mayor droga que el éxito, y aparentemente el futuro de la organización estaba preñado de éxitos, ya que los acontecimientos favorecieron el crecimiento del apoyo a Izquierda Unida que se reflejaba en todas las encuestas, aunque con más dificultad en la militancia. Para muchos dirigentes el aumento de apoyo electoral, que era su principal preocupación, parecía garantizado.
 
Pero se estaban acumulando errores de dirección, incapacidad para democratizar la organización o políticas erráticas, como la entrada en el gobierno andaluz con el PSOE o el apoyo al PP en Extremadura, que también pasaron factura.
 
Ahora queda claro que fueron vientos favorables y que, cuando el viento cambió de rumbo, no había pilotos en una nave que empezó a derivar al pairo de los acontecimientos, hasta que ha sido desarbolada. Pero entonces se atribuía al buen papel de una dirección que ni entendió su ascenso ni mucho menos ha comprendido su declive. Se ha limitado a subir y bajar sin entender. El ser humano, que es capaz de transformar la historia, es en muchas ocasiones un instrumento inerte de las fuerzas que se mueven en ella.
 
Ascenso y declive de IU: el resultado de las europeas
 
Aunque algunos no se han dado cuenta hasta las elecciones andaluzas, el cambio de signo se produjo con las elecciones europeas. Donde en realidad se desencadena la primera escisión de IU: Podemos. Dejemos para otra ocasión el análisis de esta nueva formación política, que en mi opinión encaja a la perfección en la descripción que Gramsci hizo de “partido carismático”, para centrarnos en la evolución de la descomposición de IU [4].
 
Los pronósticos electorales eran tan positivos para IU en las vísperas de las elecciones de mayo de 2014 al Parlamento europeo, que el núcleo duro de su dirección despreció el cambio profundo que se había producido en el ambiente social. Las marchas de la dignidad de marzo habían demostrado que la capa más activa e implicada en el movimiento era muy consciente de la situación, y exigía una participación directa en la elaboración de las políticas y las listas electorales de las formaciones políticas.
 
El aparato de IU, parapetado tras las encuestas electorales, rechazó la posibilidad de una candidatura conjunta con la nueva formación, Podemos, que partía fundamentalmente de personas que habían pertenecido a IU o a su entorno. Desde luego, los promotores de esta nueva alternativa estaban más preocupados por las listas que por el programa a defender, pues defendían en esencia lo mismo que, sobre el papel, constaba en nuestro programa.
 
Al margen de la opinión que se tenga de Podemos, lo cierto es que el aparato de IU-PCE se atrincheró tras algo irrenunciable: el primer puesto era para Willy Meyer, hombre fuerte del aparato de ambas organizaciones, que llegaba a su tercer mandato como eurodiputado; el segundo, para Paloma López que expresaba el acuerdo de hierro con la burocracia de CCOO; y, por supuesto, nada de primarias, sino negociación pura y dura y algún puesto en la lista. El aparato, y el primero Cayo Lara, entendían muy bien que semejante tándem de salida no tenía nada que hacer en unas primarias, y prefirieron sacrificar todo en aras de una concepción burocrática de la política. Todo lo que conseguimos desde la izquierda de IU fue que Marina Albiol y Javier Couso fuesen en la lista en posición de posible salida. La postura de competir en una lista en primarias abiertas fue considerada anatema.
 
Cada día de campaña electoral reflejaba lo inevitable, IU se había aislado del movimiento que entonces estaba en auge, lejos de la depresión del cretinismo electoralista promocionado a día de hoy. Las encuestas y, sobre todo, el ambiente en la calle y en los mítines, iban pronosticando un progresivo descenso de IU y un ascenso de Podemos. Una semana más de campaña y aún perdemos algún otro escaño. La expresión en los rostros de la dirección de IU Federal, en el despacho de la calle Olimpo, en la noche electoral sobrepasa toda la capacidad descriptiva de la que soy capaz, pero digamos que era de estupefacción depresiva. La cara de no entender nada, y algunos aún no lo han comprendido un año y muchos militantes menos después.
 
Podemos ocupó el vacío que dejó la dirección de IU
 
Por si fuera poco, la “cazada” de Willy Meyer con un fondo de pensiones privado pagado con dinero público y administrado por una SICAV. Por si no estaba claro que IU debía haber apostado por las primarias con candidatas como Marina Albiol, Javier Couso, Lara Hernández o incluso Alberto Garzón, y haber forjado la unidad de la izquierda. Hoy otro gallo cantaría, porque no hay estupidez más grande que no entender que las cosas podrían haber sido de otra manera. Como dijo el propio A. Garzón: “Si IU hubiera hecho sus deberes históricos, Podemos hoy no existiría”.
 
IU había desaprovechado la mayor ocasión de su historia para convertirse en el cauce de expresión de las aspiraciones de millones de personas que estaban rechazando la política del PP, y también la del PSOE, y buscaban donde expresarse. No es que Podemos hubiese interceptado el potencial crecimiento de IU, sino que la formación dirigida por Cayo Lara dejó un vacío enorme al negarse a refundarse, a poner la organización en manos de los militantes y de la clase trabajadora, y ese vacío fue ocupado por un grupo indefinido pero que se veía vinculado a los estallidos sociales del período previo.
 
La clave fundamental de Podemos es algo sencillo, la gente que participaba tenía la ilusión de que estaba construyendo su propia herramienta, no votando, sin poder opinar, a una herramienta esclerotizada, con una gran tradición pero, en casos como el de Madrid, infectada por dirigentes insertados en la política institucional de coche oficial, sueldos elevados y opacidad en las cuentas.
 
Posteriormente estalla el escándalo de Bankia. La implicación de la dirección de IUCM en la política del PP en la Comunidad de Madrid, y que algunos de ellos cobraban de Caja Madrid y respaldaban la política del capital financiero frente al pueblo trabajador madrileño, era algo que veníamos denunciando hacía muchos años. Pero al fin, tristemente y de la peor manera, el escándalo de las tarjetas black, la opacidad de FUNDESTE, se venían a unir a los tres millones de euros de deuda de IUCM con Hacienda y la Seguridad Social. El olor a podrido esta vez sí que entró en la calle Olimpo, y en las alturas de IU no se pudieron hacer los locos.
 
A pesar de la resistencia tenaz del aparato de IUCM con el apoyo ferviente de Llamazares y sus gentes, y la propia actitud contraria de Cayo Lara, las exigencias de las federaciones y un informe demoledor de una Comisión Federal de Transparencia (que se mantiene en secreto), culminó con la expulsión de Gregorio Gordo y Angel Pérez. Pero ambos, a día de hoy y con el respaldo implícito de una buena parte de la Comisión Ejecutiva Federal de IU, siguen en sus puestos y dirigiendo IUCM.
 
El proyecto de Alberto Garzón: la necesidad de una revolución interna
 
Tras 29 años de existencia, Izquierda Unida se muestra agotada. Es una gran paradoja pues nunca había sido tan necesaria y tan posible como ahora. Después de tres décadas de lucha tenía la opción de romper el bipartidismo y, sin embargo, se descompone en una crisis interna letal. Su proyecto fundacional, su carácter de movimiento político y social no ha tenido éxito. No sólo carece de vis atractiva para servir de agrupamiento y expresión política de los movimientos sociales, sino que va sufriendo una sangría constante, en Catalunya, en el País Vasco, en el País Valenciano, la CUT en Andalucía, Equo, Podemos… y ahora la marginación en Madrid o Castellón y Extremadura de la militancia que ha apostado por los proyectos de Ganemos, de la unidad de la izquierda en los procesos electorales municipales. La vocación de secta siempre tiene adeptos si hay sillones garantizados.
 
El diagnóstico no puede ser más crudo, o Izquierda Unida lleva a cabo una revolución interna, con un giro radical en su política y métodos, o se enfrenta a la liquidación, eso sí con música de Joaquín Sabina, a coro con Almodóvar, el ex juez Garzón y Cristina Almeida.
 
No se trata de enterrar IU sino, precisamente, de todo lo contrario, de evitar su muerte y eso sólo se puede hacer rescatando su espíritu de partido de clase, no de secta, su programa de revolución democrática y socialista, no su adaptación al sistema. Ninguna reforma palaciega salvará a IU, sólo cabe una auténtica revolución interna, lo que quiere decir sustituir también a la actual dirección, aislada y esclerotizada.
 
Lo más parecido a esa opción de revolución interna en IU, es el movimiento que representa Alberto Garzón, que se ha convertido en una esperanza dentro y fuera de IU, y que es, en consecuencia, el enemigo a batir por todos los secuaces del régimen del 78 en el interior de IU.
 
Por primera vez en la historia de IU se aprobó la elección del candidato de la organización para encabezar la lista de las elecciones generales a través de unas primarias con participación tanto de la militancia como de simpatizantes. Pero el problema es que la mayoría de la dirección de IU-PCE no emprende una refundación sincera de IU, sino el intento de una serie de cambios cosméticos. Se mantiene a todos los viejos dinosaurios en la Comisión Ejecutiva (Willy Meyer, Miguel Reneses, los de IUCM-Llamazares…) y se impide la renovación con el sector más comprometido con Alberto Garzón, a quienes se les mantiene fuera de la dirección (Marina Albiol, Javier Couso, Lara Hernández, Yolanda Díaz…)
 
La maniobra es evidente a varias bandas. Aunque Cayo Lara renuncia a ser candidato en unas primarias frente a Garzón, mantiene un férreo control de la dirección federal y profundiza su alianza con el partido Bankia-Llamazares, que ya han ido conformando un bloque unido al oponerse conjuntamente a que IU depure las responsabilidades por el escándalo de Bankia, en el que están implicados una gran parte de los dirigentes de IUCM, algunos de los cuales forman parte también de los órganos federales de IU.
 
La reacción interna pasa a la ofensiva
 
Dialécticamente, la derrota humillante del aparato ligado a Izquierda Abierta (Llamazares) y al aparato de IUCM (Pérez, Gordo y cía), ha desatado la ofensiva de los sectores más reaccionarios de IU para desbaratar todo lo que representa Alberto Garzón y el proyecto de refundación de IU. En Madrid, la candidatura de Tania Sánchez a la Comunidad y Mauricio Valiente al Ayuntamiento de la capital dejaron, al menos, dos evidencias: el enorme potencial del que aún disfrutaba IU como organización si era capaz de ofrecerse como cauce del movimiento que se ha desarrollado en la sociedad y, algo que habíamos afirmado hace tiempo, que la dirección de IUCM eran una panda que tenía secuestrada a la organización, pues controlaban el aparato estando en minoría entre la base [5].
 
Ante semejante debilidad de los profesionales de la política, deciden boicotear las primarias internas federales y no presentan a nadie frente a Alberto Garzón, y al tiempo comienzan una campaña interna y pública contra él. La razón es muy simple, si Alberto Garzón compite en unas primarias hubiese ganado, con un resultado tan aplastante frente a sus hipotéticos rivales y con tal cantidad de votos, que hubiera quedado blindado no sólo como candidato sino como nuevo dirigente de IU. Al mismo tiempo, la debilidad de los IUCM-Llamazares hubiera sido puesta en evidencia por el ridículo respaldo que hubiesen obtenido. Pues bien, esos son los dos efectos que han evitado al boicotear las primarias.
 
En ese mismo período, la alianza entre los expulsados de IU Federal (Gordo-Pérez) y sus secuaces, con los llamazaristas de Madrid, se atrinchera y lanza un verdadero órdago a la dirección federal. Hace caso omiso a las expulsiones, ignora los resultados de las primarias internas a la comunidad y en los municipios, y consigue su primer triunfo: la marcha de Tania Sánchez de IU, dejándonos en la estacada a toda aquella militancia que le habíamos dado el triunfo en las primarias. Esa ha sido la mayor baza del aparato de IUCM en esta batalla, pues la oposición quedó desarbolada.
 
Sólo una posición de la dirección federal que hubiese mantenido los estatutos y la democracia interna hubiese evitado la evolución posterior de los acontecimientos. Envalentonados dieron un paso más, buscaron un poeta que tuviese el apoyo del “club de la ceja” y de PRISA, anularon las primarias y formaron listas a dedo a la Comunidad y los ayuntamientos. Para dejar clara su catadura moral “compraron”, literalmente, la marca “Ganemos” y hoy en muchos sitios del Estado español, la IU del pasado se presenta con la marca Ganemos unida a sus siglas.
 
Se podría pensar que, ante tanto desmán, la dirección federal de IU intervendría para defender nuestra política y nuestros principios. Pues sí, ha intervenido, por fin, pero para defender a los expulsados, a los usurpadores, a los que no han dado cuenta de su economía o su política, a los que deben tres millones de euros, a los que han cobrado sueldos y ayudas de Bankia…
 
Y Cayo Lara, en contra de la resolución aprobada por la Presidencia Federal, que decidió no reconocer la candidatura de IUCM al Ayuntamiento de Madrid, se presta a la alianza del aparato putrefacto de IUCM e Izquierda Abierta. El paso que ha dado un sector de la Comisión Ejecutiva (incluida la Secretaría de Organización), al preparar el terreno para amparar la lista a las municipales de Madrid del “partido Bankia”, es cualitativo en la evolución de la crisis de IU. Esta violación de la resolución de la última reunión de la Presidencia Federal rompe toda organicidad e implica, inevitablemente, al Coordinador General. A esto debemos unir la suspensión del acto previsto y anunciado para el pasado día 11 de abril en Madrid de apoyo a Alberto Garzón.
 
Lucha de clases en lU: el resultado no está decidido
 
A una parte de los dirigentes más críticos de la organización parece que les está costando reaccionar, y eso pondría en grave riesgo esta lucha contra la degeneración. Debemos entender que se trata de una batalla política y que es de vida o muerte para IU y, por tanto, debe librarse en el terreno político y con todas las armas a nuestra disposición. No estamos ante la incompatibilidad de “los dos proyectos de IU”, porque no se trata de distintos puntos de vista, sino una expresión de la lucha de clases en el seno de IU. Con todas las distorsiones que tiene, pero es el enfrentamiento entre la presión de los intereses de nuestra clase, por un lado, y, por el otro, los del sistema y del régimen del 78.
 
El problema es que, como en la lucha de clases, cuando una oportunidad se pierde no hay convocatoria de septiembre. El enemigo no espera tranquilamente, sino que aprovecha para destruir al adversario. Y, en esto, la reacción siempre muestra una mayor decisión (o falta de escrúpulos) y carácter implacable. Quieren destruir la posibilidad de refundación de IU y debemos reaccionar para evitarlo. Llevamos tiempo explicando esto, pero algunos de los compañeros y compañeras decisivas en esta lucha, deben asumir esta realidad y actuar en consonancia con la gravedad.
 
No hay duda, dentro de unos meses la IU que conocemos ahora no existirá, pero el rumbo no está decidido y la militancia crítica, con nuestras modestas fuerzas, tenemos mucho que decir en esta batalla de vital importancia para el futuro.
 
Una buena iniciativa sería lanzar una declaración política en todo el Estado para agrupar a la militancia de IU que quiere un cambio democrático y combativo de la organización, sobre la base de algunos puntos de democracia interna y de transformación social.
 
Los resultados de las elecciones andaluzas muestran la evidencia de que IU sigue siendo imprescindible para articular el frente de izquierdas capaz de conquistar el cambio social que anhela el pueblo. Pero, al tiempo, es un aviso apremiante de la necesidad de hacer una urgente y profunda reflexión, que desemboque en cambios internos inaplazables en la organización federal y en el conjunto de las federaciones.
 
La unidad de la izquierda no es una opción, es la única posibilidad de plantar cara al bipartidismo. La división o la debilidad frente a los partidos del régimen del 78, les ofrece la ocasión de recomponerse y perderíamos una oportunidad histórica de impulsar un proceso constituyente. Es una evidencia que, tras las movilizaciones que culminaron en las marchas de la dignidad de marzo de 2014, el Gobierno del PP estaba contra las cuerdas y el PSOE se mostraba agotado. Ha bastado un período de desorientación de la izquierda, tanto de IU como de Podemos, las riñas y, sobre todo, el abandono del énfasis en la movilización para centrarse en las tácticas electoralistas, para que la burguesía esté tomando aire y acaricie la esperanza de volver a tener mayoría uniendo el PP a Ciudadanos.
 
En consecuencia, quienes torpedean este proceso de unidad le hacen el juego al régimen bipartidista monárquico. No debemos hacer de la “unidad” un fetiche, pues “Podemos” ha reproducido todos los errores de IU, empezando porque algunos de ellos, como Juan Carlos Monedero y otros muchos ex cargos que han ido corriendo a esta formación, son las mismas personas que contribuyeron a llevar a IU a esta situación. El aparato burocrático se ha reproducido a velocidad de tuit, más moderno pero con los mismos tics. No es en los aparatos de Podemos e IU donde está el futuro de un partido que sea la expresión orgánica de los intereses del pueblo trabajador, pero si en su militancia. La unidad debe ser unidad para movilizar, para recuperar el terreno, barrer el sectarismo y forjar una nueva fuerza que pueda acometer la transformación de la sociedad, y eso sólo lo hará la militancia con el compromiso desde abajo, o no se hará.
 
La experiencia vivida por el pueblo griego nos demuestra que la historia abre su camino a los audaces, audentes fortuna iuvat, diría Virgilio. Pero ese logro ha tenido condiciones: la lucha de la clase obrera como protagonista del cambio con treinta huelgas generales en 5 años, la unidad de las principales fuerzas políticas y sindicales, una bandera bien visible de izquierda (SYRYZA es, Coalición Radical de Izquierdas) y, además entender que sólo arrebatando al PASOK su base electoral se podía alcanzar el triunfo. Más allá del destino que la lucha depare al pueblo trabajador griego, han demostrado que la opción de transformar la sociedad está en nuestras manos. Esa debiera ser la guía de IU.
 
Las tareas inmediatas
 
Además, en IU tenemos una tarea inmediata, es necesario reafirmar que los procesos que han llevado a candidaturas que han ganado limpiamente elecciones primarias, en diversos municipios y comunidades autónomas, no pueden ser boicoteados, tal como se está produciendo en algunos casos, y requieren del apoyo del conjunto de la organización federal. Especialmente debemos dejar claro que la candidatura encabezada por Mauricio Valiente es nuestra candidatura en la ciudad de Madrid, y llamamos a que los órganos federales de IU respalden esa opción sin ambigüedades, respetando el acuerdo tomado por la Presidencia Federal.
 
IU Federal carece de una dirección política y organizativa a la altura de las circunstancias. La alianza sin rubor entre la camarilla de IUCM, Izquierda Abierta y sectores ligados directamente al PSOE, están llevando a cabo un boicot desde la CE Federal de IU contra la candidatura de Alberto Garzón, y lo que esta representa de apuesta por una política de izquierdas frente al bipartidismo y de unidad para derrotar al PP.
 
El coordinador general de IU, Cayo Lara, debe aceptar la organicidad, la democracia interna, no sólo cuando le favorece, sino también cuando le es contraria. Jugaría un papel muy positivo si fuese leal al proyecto, a los principios y a la democracia interna, pero si se empeña en dilapidar el capital político acumulado que es patrimonio de la militancia, siempre tiene una salida más honrosa que la que está adoptando. Si no acepta ni comparte el liderazgo de Alberto Garzón y lo que esto representa, debiera dimitir y convocar una Asamblea extraordinaria de IU de forma inmediata.
 
No hay otro terreno para saldar las diferencias políticas que el debate abierto, el contraste de ideas, proyectos y personas y la decisión de las bases y, sobre todo, el inapelable dictamen de los acontecimientos. Lo que está en juego no son unas siglas, sino el futuro de la clase trabajadora.

Notas
Alberto Arregui es miembro de la Presidencia Federal de Izquierda Unida, órgano que no reconoce la candidatura de IUCM al Ayuntamiento de Madrid.
[2] “Partido Bankia”. Es la denominación con la que habitualmente se refieren en el seno de IU a las personas implicadas en la gestión de la política de IUCM en Caja Madrid-Bankia, que tuvo al frente a Moral Santín, Angel Pérez, Gregorio Gordo, Carlos Paino, Borja Goñi… entre otros.
[3] Forentino Pérez. Retrato en blanco y negro de un conseguidor. Juan Carlos Escudier (capítulo titulado “El marxismo ladrillismo”)
[4] “...el llamado "carisma", en el sentido utilizado por Michels, coincide siempre en el mundo moderno con una fase primitiva de los partidos de masa, fase en que la doctrina se presenta a las masas como algo nebuloso y no coherente, que necesita de un papa infalible para ser interpretada y adaptada a las circunstancias.”
“…Esta es la ventaja de los partidos carismáticos sobre los otros, basados en un programa bien definido y en los intereses de clase. Es cierto, sin embargo, que la duración de los partidos carismáticos está regulada con frecuencia por la duración de su impulso y de su entusiasmo, que tiene a veces una base muy frágil.” Antonio Gramsci.
[5] En la Comunidad de Madrid: Tania Sánchez, 5.101 votos (1.730 de afiliados y 3.371 de simpatizantes), frente a los 3.226 de José Antonio Moreno (1.254 de afiliados y 1.972 de simpatizantes) y los 699 de Julian Sánchez Vizcaíno (315 de afiliados y 384 de simpatizantes).
En el Ayuntamiento de Madrid: Mauricio Valiente, 1.875 votos (601 de afiliados y 1.274 de simpatizantes), frente a los 1.054 de Raquel López (357 de afiliados y 697 de simpatizantes) y los 246 de Lali Vaquero (117 de afiliados y 129 de simpatizantes).