05 septiembre 2013

Siria: la hora de la solidaridad.

Por Francisco de Asis.
Secretario General del PCA
 
"Por la paz, por la soberanía nacional de Siria y los derechos de su pueblo a escoger su destino, contra el imperialismo, la guerra y la destrucción, es la hora de la solidaridad sin reservas, es la hora de la movilización."
 
El internacionalismo de clase es una seña de identidad inherente a la izquierda revolucionaria. Convertirlo en práctica política concreta, entraña distintos grados de compromiso y de dificultad, según los casos.
 
Así, la denuncia de lo que fue el ‘apartheid’ sudafricano no era difícil, ya que, sin merma de su carácter de clase, representaba una proposición política de muy amplio seguimiento, secundada por reformistas de la más diversa índole, progresistas, defensores de los derechos humanos, etc., y presentable dentro de lo “políticamente correcto”, al amparo de las resoluciones de las Naciones Unidas.
 
Hoy, la defensa del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui, especialmente desde España, como antigua potencia administradora, encuentra un eco muy diversificado (aunque en no pocos casos sea de dientes para afuera), y algo análogo se da con respecto a la repulsa del sionismo, de sus crímenes y bárbaras agresiones contra el pueblo palestino y con respecto al derecho de éste a vivir en paz, dentro de su propio Estado, y al retorno de sus refugiados, todo ello bajo la invocación también al derecho internacional y el respaldo de la ONU, pese a su probada y radical ineficacia.

Sin duda, el abanico solidario se estrecha, aunque siga siendo importante, cuando hablamos de la Venezuela bolivariana o del Ecuador de Correa. Y una parte de lo que dentro del sistema funge como “izquierda”, precisamente para legitimar a aquél con la coartada del pluralismo, tuerce el hocico y saca los espantajos del populismo, la chabacanería, las formas autoritarias o el cerco a la libertad de expresión. El grupo PRISA, la SER o ‘Reporteros sin Fronteras’, entre otras muchas otras entidades que forman parte del gran capital transnacional o que están infiltradas por los “servicios” occidentales, se encargan de tergiversar las realidades y de suministrar el argumentario oportuno.
 
No digamos nada si de lo que se trata es de Cuba. Entonces las empresas de comunicación y los intelectuales orgánicos del sistema se emplean con denuedo en desatar toda la zarabanda de “blogueras”, damas de blanco, supuestos periodistas y honrados disidentes en huelga de hambre, calando profundamente en los segmentos más hipócritas o estúpidos de la supuesta “izquierda” que hace por ignorar el mecenazgo de la Oficina de Intereses de los EE.UU. en La Habana, los buenos oficios de Esperanza Aguirre y sus amigos, incluido el chófer letal, y el hecho incontestable de que el único campo de prisión y tortura que existe en la isla es la base yanqui de Guantánamo. Con todo y con eso, Cuba es mucha Cuba, mucha esperanza de vida, mucha alfabetización, mucha cultura popular, mucha infancia feliz que no trabaja para malvivir y mucha solidaridad con Haití, con Venezuela, con Nueva Orleans (por cierto, USA) y con quien haga falta, hasta, cuando la hizo, poniendo los arrestos en Angola y partiéndole el espinazo al ‘apartheid’ en la batalla histórica de Cuito Cuanavale. Así, aunque no seamos tantos, para los revolucionarios no resulta difícil romper una y mil lanzas solidarias con Cuba, también donde haga falta.
 
Por eso, como todas las solidaridades citadas no resultan especialmente difíciles, al menos cuando se ciñen al plano de lo declarativo, viene a cuento situar ahora en el centro del campo de atención el caso de Siria. Lo primero que hay que decir es que somos solidarios con el pueblo trabajador de Siria. Pero esa afirmación hay que explicarla en lo concreto, es decir, históricamente, o sea, refiriéndola a la situación material por la que ahora mismo atraviesa el país, y también a sus causas.
 
La llamada “primavera árabe” fue inicialmente un movimiento popular con fuerte componente espontáneo y voluntad participativa y democratizante. Estalla en Túnez y en seguida se propaga a Egipto y luego a Libia, a Yemen, a Marruecos, a Siria. Los países con regímenes autoritarios o dictatoriales amigos del Occidente imperialista respondieron con mayor o menor violencia (Túnez y Egipto) o con más cintura política (Marruecos), no exenta de voluntad lampedusiana. Así, mientras que a Mohamed VI le dieron resultado sus marrullerías, los sátrapas de Túnez y de Egipto fueron desbordados por los movimientos populares de oposición desarmados y abrumadoramente masivos, si bien es verdad que crecientemente entremezclados con el componente islámico fundamentalista, incluido el más radical.
 
La evolución de los acontecimientos en los países donde los gobiernos no estaban a las órdenes de los grandes capitales transnacionales ni eran actores subalternos de las potencias occidentales (Libia y Siria) fue bien distinta. Primero en Libia, la llamada “oposición” pasó a constituirse tempranamente en una rebeldía armada, favorecida en seguida política, económica y militarmente por potencias como Francia, Reino Unido o EE.UU., pronto por Italia y España y pertrechada con equipos sofisticados, asesorada por expertos militares y comandos extranjeros, e incrementada por fundamentalistas islámicos, activistas de Al Qaeda, y mercenarios de diversas procedencias. Las condenas de una ONU domesticada por los EE.UU., Gran Bretaña y Francia, ante la pasividad cómplice de Rusia y de la República Popular China (de la que ahora están tardíamente arrepentidos), ampararon la supuesta “exclusión aérea” que, además de conllevar una inadmisible injerencia en la soberanía libia, se convirtió en una brutal intervención multilateral a gran escala, con bombardeos aéreos sobre la población civil, lanzamiento de misiles de crucero que arrasaron por completo el país y ocasionaron un número desconocido de daños colaterales humanos.
 
¿Merecía la pena tanta ruina y tanta muerte para acabar con alguien como Ghadafi? ¿Era más autócrata Ghadafi que Mohamed VI, que los emires del Golfo o que el repugnante reyezuelo de Arabia Saudí? ¿Quién suponía una amenaza para la paz en la región, quién violaba constantemente el derecho internacional, quién desencadenaba tormentas de fuego y de muerte contra sus vecinos, el gobierno libio o el gobierno de Israel? ¿Los trabajadores del petróleo libios, los maestros de escuela, los campesinos, los médicos, las mujeres, los niños, la inmensa mayoría del pueblo se han beneficiado de aquella guerra? ¿O los beneficiarios son la British Petroleum, la Elf, la Shell, la Texaco, la Repsol, el gran gendarme sionista del Medio Oriente y la estrategia global de los Estados Unidos?.
 
Hoy, cuando no han transcurrido dos años del fin de aquella guerra de agresión, Libia está destrozada. Ya no es ni siquiera un país, sino un conglomerado de intereses tribales en pugna, de venganzas y masacres sin límite, una ausencia absoluta de garantías para ningún derecho humano., un reducto de pobreza y desolación y un terreno abonado para el fanatismo religioso, el atraso y la ignorancia, a años luz de la prosperidad económica, los parámetros de calidad de vida y el carácter laico que caracterizaban a la sociedad civil libia, más allá de su organización política.
 
Pues bien, ahora son los mismos actores imperialistas quienes tratan de repetir su hazaña en Siria. Venían esperando una oportunidad desde hacía años. Primero preparan a la opinión pública desde sus instrumentos de manipulación. Como siempre, la primera trinchera reside en el lenguaje. Se habla de la “oposición” siria, ¿qué oposición? La oposición es concepto propio de un régimen parlamentario pluripartidista. O, en el caso de las dictaduras, la oposición puede plasmarse en organizaciones clandestinas que inciden sobre la población y tratan de modificar su conciencia y promover su movilización para procurar cambios en la política, en el gobierno o, incluso, en el propio régimen. Tal fue el caso del Partido Comunista en la España de los años 50, 60 y 70. Pero desde el momento en que los grupos rebeldes se arman y combaten, ya no son “oposición”, son otra cosa, tal como una guerrilla, una banda terrorista o todo un ejército insurgente que promueve una guerra civil.
 
Ése es el caso de Siria. En efecto, sin haber abandonado las prácticas terroristas indiscriminadas en el más puro estilo yihadista, con coches bomba, activistas suicidas y centenares de muertos civiles, incluidos niños, los rebeldes fuertemente armados a través de Turquía, de Jordania y de Irak con pertrechos procedentes de Libia, Arabia Saudí, Qatar, los Emiratos, y de diversos países occidentales, reforzados con miles de mercenarios, integristas islámicos, instructores y agentes de servicios extranjeros, financiados descaradamente por estados de la Unión Europea, por las monarquías árabes y por los Estados Unidos, y aprovechándose de rivalidades ancestrales entre las distintas facciones musulmanas (suníes, chiíes, alawíes), han conformado todo un ejército y desencadenado una guerra civil en toda regla con una preponderante y creciente intervención extranjera. ¿De qué “oposición” estamos hablando?.
 
Y siguieron hablando de “armas químicas del régimen”, un infundio que suena a “déjà vu”, tras la mendaz utilización que de ello se hizo para desencadenar la guerra de Irak y sumir a ese país en el período más horroroso de su historia. Es verdad que los plumíferos del sistema se vieron en un aprieto cuando la fiscal Carla del Ponte, no muy sospechosa de afinidades con Bachar Al Assad, denunció la presunta utilización de gas sarín…, pero por parte de los rebeldes. ¡Curiosa “oposición”, fumigando a la gente con un gas venenoso! Sin embargo, no importa: la memoria de los lectores es frágil. Lo leído se olvida pronto. Siria queda muy lejos. Y, sobre todo, los plumíferos son cínicos de sobra para seguir, unos días después, repitiendo lo mismo. Las enseñanzas de Goebbels, maestro en la materia, siguen siendo impagables.
 
Pero existen muchos más filones de manipulación. Cada día nos machacan con la gran crueldad de las tropas del “régimen” (fíjense bien, si es el de Al Assad, es “régimen”. Si es el de Netanyahu no es “régimen”. Mohamed VI, por lo visto, tampoco tiene “régimen”). Nos abruman con horribles matanzas en los barrios de Alepo y de otras ciudades. Muy poco de ello aparece de verdad documentado. Hay muchos muertos. Claro que hay muchos muertos. Los que siempre produce una guerra. Eso es lo que está documentado. Pero de las horribles matanzas de civiles o de prisioneros a sangre fría, siempre condenables, buena parte de la documentación existente se refiere precisamente a prácticas bárbaras de los rebeldes: destacamentos enteros del ejército sirio degollados o fusilados tras caer prisioneros; mujeres violadas, pertenecientes a distinta confesión religiosa; o la muy llamativa historia filmada y difundida de un oficial moribundo a quien le arrancan nada menos que el corazón.
¡Pues vaya “oposición” al “régimen” que tenemos en Siria! Y vaya amigos que en su día se buscó el ministro Margallo para haber aprobado junto a la muy democrática Unión Europea el levantamiento del embargo de armas “a Siria”, es decir, a esa “oposición” que degüella, fusila viola y arranca corazones a los prisioneros.
 
Claro, todos los “demócratas” coinciden. Margallo no es muy significativo porque es del PP y, por ende, un poco facha. ¿Pero Hollande, socialista él… Y un hombre tan respetable como Durão Barroso… Y Cameron, tory, pero un caballero inglés… Y el demócrata Obama, que, además, es negro y se acuerda de Luther King ?.
 
Da lo mismo. De lo que estamos hablando es de intereses económicos y de geoestrategia. Y en ello, en última instancia, coinciden conservadores y reformistas como representantes del sistema.
 
Hoy, tras el relativo compás de espera de un verano en el que las cosas no fueron bien para los rebeldes, Occidente y las monarquías reaccionarias del próximo Oriente se han puesto las pilas y han decidido por fin desencadenar la masacre.
 
No existen pruebas de la utilización de agentes químicos por parte del gobierno sirio, si acaso de lo contrario, por parte de los grupos que han desencadenado la guerra civil. Pero da igual. El Consejo de Seguridad de loa ONU no ha acordado ninguna intervención militar. Da lo mismo. Inspectores de Naciones Unidas están ahora investigando en Siria. No importa. El sentido común más elemental sugiere que, por muy torpe que fuese el gobierno sirio, no va a emplear gases en vísperas de los trabajos de una comisión de la ONU, cuya entrada autoriza en el país, y que acude precisamente a inspeccionar si se utilizan gases. ¿Es que además de diabólico, el mando del ejército sirio es imbécil?. Tampoco importa.
 
El peligro de una extensión incontrolada del conflicto es evidente. Las dudas cunden. Los británicos se apuntan a una moratoria esperando resultados de la comisión investigadora. François Hollande, que hace tres días reclamaba con ímpetu el castigo para “los que gasean a su pueblo”, ha cambiado de posición y ahora aboga por una solución política. Pero también da igual. Al final terminará demostrándose, una vez más, que el imperialismo europeo es subalterno del imperialismo norteamericano y harán lo que decidan los halcones de Washington, sean blancos o negros.
 
Uno se pregunta además hasta qué punto Rusia o China, con intereses geoestratégicos en la zona, han aprendido lo suficiente de su vergonzosa pasividad en el caso de Libia y por qué no hacen algo más que advertir, condenar la agresión inminente y ayudar a Siria con algunos pertrechos. Si Siria cae, que se prepare Irán y que hagan lo propio China y Rusia, a quienes el imperio pretende segar la hierba bajo los pies de manera implacable.
 
Por eso, entre nosotros, en el Estado español, territorio sembrado de instalaciones y bases de los agresores, con un gobierno bien conocido como lacayo de los intereses norteamericanos, un PSOE opositor maltrecho y débil, que esta vez parece apuntarse al mismo carro belicista, si hacemos caso a lo explicado por Elena Valenciano, y con algunos sectores de la izquierda, supuestamente reflexivos y ecuánimes, que se instalan cómodamente en el “ni-ni”, situando de forma equidistante al gobierno sirio y a los imperialistas que están volviendo a urdir su implacable tormenta de muerte y destrucción, hoy es más necesario que nunca retomar el lema de “NO A LA GUERRA” y emprender movilizaciones por la paz, favoreciendo soluciones políticas sobre la base del respeto al derecho internacional, al principio de no injerencia, a la soberanía nacional de Siria y a los derechos de su pueblo, que sólo podrán expresarse libremente cuando cese la actividad terrorista de las bandas armadas y de los mercenarios, auspiciada por Occidente, por el integrismo islámico más reaccionario y por las repugnantes satrapías del Golfo.
 
Por la paz, por la soberanía nacional de Siria y los derechos de su pueblo a escoger su destino, contra el imperialismo, la guerra y la destrucción, es la hora de la solidaridad sin reservas, es la hora de la movilización.