16 octubre 2014

El Partido de Pablo Neruda.

Por Ana Moreno Soriano
 
 
Ha ocurrido con bastante frecuencia en otros momentos pero, en los últimos años, en distintas tertulias, en conservaciones privadas y en todo tipo de mensajes en las redes sociales, la distancia o la desafección de la política es una opción muy extendida en la ciudadanía e incluso quien la profesa parece que adquiere cierta respetabilidad de la que carecen quienes se dedican a la cosa pública. Creo que es bueno recordar que la política existió antes que la polis como espacio físico, cuando se reunían en círculo las asambleas de guerreros –en las que, por supuesto, todos eran hombres- y ponían en común y en el centro los asuntos que consideraban importantes para la comunidad; ése es el origen de la polis, como lugar, que después sería ciudad o ciudad-estado para los griegos, y como debate, propuesta y resolución de los problemas, es decir, como política.

 Desde entonces, y salvando todas las distancias, ha habido personas que han pensado que lo importante eran sus problemas y sus intereses, personas ambiciosas y mezquinas, hipócritas y mentirosas; pero cuántas otras, nobles, comprometidas e incluso visionarias, han puesto en común y en el centro los problemas de la comunidad y han ideado estrategias para lograr objetivos como el estado de derecho, la jornada laboral, la educación obligatoria o la sanidad pública. Todo esto, y tantas cosas más, se ha conseguido con organización y con lucha política y muchas personas también han decidido, y siguen decidiendo, afiliarse a un partido.
 
Seguramente, no tendrán más tiempo que otras, ni serán menos libres, ni tendrán conciencia de que están desfasadas: simplemente, habrán encontrado un espacio para compartir unas ideas y una praxis y luchar por el modelo de sociedad que quieren, una opción muy respetable en un país como el nuestro donde el pluralismo político es uno de los valores superiores de su ordenamiento jurídico, según el artículo primero de la Constitución.
 
Para mí, formar parte de un partido político es, simplemente, la consecuencia de un compromiso; por eso, me afilié al Partido Comunista de España hace muchos años, una opción importante en mi vida, como otras que tomé por la misma época. Asumí la historia del PCE, sus objetivos y su forma de organizarse, valoré sus aciertos y sentí sus errores políticos; pero entendí, y sigo entendiendo, que las miserias y las actitudes rechazables no tienen su causa en ser comunistas sino en olvidar lo que eso significa.
 
Muy al contrario, he visto tanta nobleza y entrega en tantos comunistas y he aprendido tantas cosas en tantos años, que tengo que agradecer a mi Partido el bagaje político, cultural y humano adquirido en muchos debates, aunque fuera en reuniones de fin de semana a trescientos kilómetros; en el Partido, y leyendo a los clásicos del marxismo, he aprendido a aplicar la dialéctica como método de análisis y, sobre todo, a tratar de buscar la respuesta a la pregunta clásica “Qué hacer”, que pasa siempre por conocer la realidad, analizarla y actuar para modificarla. Muchos de los escritores que admiro son parte de esta Organización: Miguel Hernández, María Teresa León, Rafael Alberti, Armando López Salinas, Berltolt Brecht, Marcos Ana, Manuel Vázquez Montalbán, Carlos Álvarez, Felipe Alcaraz y tantos otros, y todos ellos han manifestado que el Partido Comunista es el lugar que eligieron para la lucha y para la utopía.
 
Pero, sin duda, uno de los que mejor lo ha expresado ha sido el poeta chileno Pablo Neruda que le dedica un poema en el Canto General: en él dice que su Partido le ha dado la fraternidad hacia el que no conoce, la fuerza de todos los que viven, la patria como un nacimiento, la libertad que no tiene el solitario, la rectitud que necesita el árbol… Y dice algo que, en estos momentos cobra un sentido profético: “Me has hecho ver la claridad del mundo y la posibilidad de la alegría. Me has hecho indestructible porque contigo no termino en mí mismo”. Claridad, alegría, solidaridad, memoria y futuro: el Partido Comunista de Pablo Neruda. Mi Partido.
 
Publicado por Diario IDEAL de Jaén en su edición impresa del 12 de octubre de 2014.
 

13 octubre 2014

PALABRAS DEL SECRETARIO GENERAL DEL PCA, FRANCISCO DE ASÍS FERNÁNDEZ, EN EL ACTO DE HOMENAJE A LOS MÁRTIRES DEL POZU FORTUNA.

 
Amigas y amigos, compañeros y compañeras, camaradas:
 
Un año más nos congrega el empeño de recordar y honrar a los mártires del Pozu Fortuna, republicanos, socialistas, anarquistas, sindicalistas, comunistas, también mujeres y hombres sin partido, unidos para siempre en el camino, para ellos truncado, hacia la libertad y la justicia. los mártires del Pozu Fortuna, cuya memoria luminosa terminó imponiéndose al ocultamiento urdido por unos y al olvido pretendido por otros, de una parte terrible del pasado de nuestro pueblo, pero que es una parte insoslayable, necesaria, imprescriptible de ese pasado y de este pueblo.
 
Ante esta fosa común innumerable nos congregamos hoy para afirmar que la Historia no termina, que han fracasado los que decretaron su final y su muerte. Que es larga y será larga la lucha por la emancipación humana, por el progreso del mundo, por la vida…
 
Larga es la lucha y corta la vida humana, especialmente corta lo fue para muchos de los que aquí yacen. En cualquier caso, nuestras vidas tan sólo duran para tomar la antorcha y andar un trecho del camino. Pero el camino sigue y proclamarlo aquí es el mejor homenaje que podemos hacer a nuestros muertos. Porque lo que interesa es el camino, es la aventura de caminar, de tropezar y de caerse y luego levantarse y seguir caminando.
 
Y por eso tiene sentido decir hoy aquí, que los enterrados en el Pozu Fortuna y quienes sentimos la necesidad de enfrentar a un régimen podrido y corrompido y de combatir un sistema social explotador, inhumano y cruel, de organizar la rebeldía popular contra los poderos, compartimos un larguísimo caminar que hunde sus huellas muy atrás en los siglos y nos lleva adelante, muy lejos, en el porvenir.

Somos los mismos que hace 2000 años desenvainamos la espada en la indómita hueste de Espartaco, tensamos nuestros arcos contra los poderosos en el bosque de Sherwood; fuimos moriscos  en la Alpujarra, comuneros en Villalar; nos vimos obligados a negar el movimiento con Galileo Galilei ante la Inquisición, para decir después “y sin embargo se mueve”; éramos “sans culottes” cuando asaltamos La Bastilla,  y Thermidor hizo rodar nuestras cabezas por haber aplaudido a Robespierrre y Saint Just;  nos alzamos con Riego en las Cabezas de San Juan y corrimos a esconder las banderas que bordara Mariana Pineda. Después de la Comuna de Paris nos fusilaron por miles ante los paredones del “Père Lachaise”; nos masacraron otra vez en 1905, pero luego fuimos jinetes de la caballería roja en la Revolución de Octubre, resueltos a asaltar los cielos; Los nazis no pudieron con nosotros ni en Leningrado ni en Stalingrado;  plantamos mil flores en Pekin; desembarcamos con Fidel desde el Gramma,  doblamos el pulso de los imperialistas en Playa Girón; caminamos por las quebradas de Bolívia y batimos al yanqui  en Vietnam.
 
Los que, además de rojos y rebeldes, somos asturianos cargamos con la mochila particular de nuestra historia, trabajamos de guajes en las sórdidas minas de los años 20 y 30, encendimos con nuestros cigarros los cartuchos en el 34, vimos caer a Aida en su puesto de San Pedro de Los Arcos, entramos con Dolores en la cárcel de Oviedo liberando los presos, defendimos las lomas del Mazucu y encajamos la más triste, sangrienta e inmerecida de las derrotas. Nos tiramos al monte y fuimos maquis. Después, la misión fue reconstruir el movimiento obrero. Lo hicimos. Y de todas esas luchas  aprendimos el valor de la memoria, el valor del ejemplo de quienes fueron jalonando el camino con su sacrificio, desde hace cientos de años, el sentimiento de gratitud hacia quienes, como los sepultados en el Pozu Fortuna, pagaron con su vida la defensa de unos ideales que, en su médula, continúan vivos porque siguen siendo necesarios.
 
Por eso hoy les rendimos un emocionado homenaje. ¿Cómo? ¿Con flores? Claro, también con flores. Pero sobre todo con nuestra consciencia del camino. De ese camino secular de luchas de la humanidad. Entendiendo que ahora es éste nuestro trecho por el mismo camino que ellos anduvieron, con el compromiso de continuarlo, con el compromiso de encender las antorchas de nuestros hijos y de nuestros nietos antes de que las nuestras se extingan, para seguir iluminando hacia el futuro la antigua y nueva senda de la emancipación, inseparable de la condición humana: La historia, que no cesa.
 
Un camino revolucionario de rebeldía frente a lo establecido y de alternativas,  para el que debemos contar con el impulso y el ejemplo de los mártires del Pozu fortuna, el de su unidad en la muerte, de modo que nos sirva hoy para nuestra unidad de lucha en la vida, porque los luchadores por otro mundo posible tenemos, junto a la fuerza de nuestros argumentos, esa otra fuerza, que decía el poeta, y que sopla como un viento desde todos nuestros muertos.
 
Por esa unidad. Por la verdad, la justicia y la reparación, mantengamos viva y activa la memoria de las víctimas del Pozu Fortuna.