15 mayo 2013

AL-NAKBA, 65 años en el exilio.

Este 15 de mayo se cumplen 65 años desde la ‘Nakba’ (la catástrofe), fecha en que se recuerda la guerra árabe-israelí de 1948 que desembocó en la creación del Estado de Israel y que obligó a miles de palestinos a dejar atrás sus hogares y su tierra, y emprender el éxodo. Desde aquella fecha, más de 700.000 personas se convirtieron en refugiados de Palestina. A lo largo de estos 65 años esa cifra ha seguido creciendo, y ya son más de 5 millones los refugiados de Palestina que UNRWA tiene en sus registros, aproximadamente la tercera parte de la población refugiada del mundo.
 

 
Uno de los refugios a los que pudieron huir algunos de los palestinos que fueron desposeídos de su pasado fue Siria, hoy un país inmerso en un grave conflicto armado que dura ya más de dos años. Hasta allí se desplazaron en busca de un lugar seguro en el que permanecer hasta regresar a su tierra pero hasta la fecha ha sido imposible y, pasados los años, en Siria han vuelto a toparse con la violencia y la inseguridad.
 
 
En 2011, cuando estallaba el conflicto, en el país vivían cerca de 500.000 refugiados de Palestina, descendientes de aquellos que tuvieron que emprender la huida más de 60 años atrás. La mayoría, 150.000, se asentó en Yarmouk, el mayor campamento de refugiados de Palestina en Siria y actualmente una zona prácticamente destruida de la que ha tenido que huir la práctica totalidad de los refugiados de Palestina por los continuos enfrentamientos. Algunos de aquellos supervivientes, condenados al exilio desde que eran niños, se han visto empujados de nuevo a emprender un éxodo con sus familias y unas pocas pertenencias. La tragedia de la ‘Nakba’ se repite.
 
La población refugiada de Palestina, que ya se encontraba entre la más vulnerables de Siria antes del inicio de la violencia, ha padecido durante meses asedios y bloqueos que han limitado el acceso a alimentos y medicinas. En busca de un lugar seguro, más de 50.000 refugiados han huido hasta Líbano y cerca de 6.000 lo han hecho hasta Jordania, pero las condiciones de vida en estos lugares de acogida no son las ideales y se ven forzados a permanecer en una tierra que no es la suya.
 
 
 
Los refugiados de Palestina en Siria, y de todo el mundo, anhelan el regreso a sus hogares en Palestina y el reconocimiento de su trágica situación, para abandonar de una vez por todas el miedo a la huida. Pero la espera es interminable dado que Israel ni reconoce su estatus, ni permite su retorno y además mantiene militarmente ocupado el territorio palestino.
 
Najwa Sheikh: La tercera generación de refugiados
 
Palestinos de todo el mundo conmemoran la 'Nakba', la pérdida de su patria, la identidad, la dignidad y la vida. Muchos países y organizaciones de todo el mundo participarán en esta conmemoración, sin embargo, la 'Nakba' para ellos es hablar sobre el sufrimiento y la pérdida de una nación, contando historias de aquellos que vivieron el evento, y que huyeron de sus hogares con la esperanza de volver un día.
 
 

Como tercera generación de palestinos, para mí la 'Nakba' es diferente por todo el dolor y sufrimiento que representa. Soy totalmente consciente de la enorme pérdida que mis abuelos y mis padres experimentaron cuando huyeron de su tierra natal en 1948, y yo sé lo devastador que es perder el lugar que ofrece seguridad y una identidad. El dolor que mis abuelos experimentaron durante todos los años que vivieron en campamentos de refugiados -hasta el momento de su muerte- con el único deseo de ver su casa otra vez. Los sueños de mi padre eran los mismos que los de sus padres: volver a casa.
 
 
 
Sin embargo, para mí, la 'Nakba' es más que huir de su tierra natal y la pérdida de identidad, sino que es, en realidad, no tener un solo recuerdo de la patria de donde vinieron mis abuelos y mis padres. Es no tener nada que decir a mis hijos sobre el sabor de la fruta de su tierra, el olor de la arena y los momentos que pasamos con la gente de allí.
 
Mis abuelos, mis padres y sus respectivas generaciones tienen suerte, sencillamente porque cada uno de ellos tiene aún una historia que contar -su propia historia-, incluso con todo el dolor que implica. Sus recuerdos compartidos del lugar que una vez fue suyo les ayudó a seguir viviendo y les dio el coraje para luchar contra las condiciones más difíciles. Todavía recuerdo las historias que mis abuelos me contaban sobre su tierra natal: sus tradiciones, sus vecinos, bodas... Con cada palabra se avivaba una corriente de sensaciones. Compartir estas historias con sus hijos y sus nietos era una manera de revivir su patria.
 
 
 
Por el contrario, aquí estoy yo, una refugiada que ha vivido toda su vida en un campamento preguntándome qué historias que debo contar a mis hijos. En mis historias no hay escenarios naturales, hay gente simples del día a día que viven. Y estas son las historias que mis hijos también tendrán que contar a sus hijos, ya que tienen la misma vida que sus padres, la vida en un campamento de refugiados.