25 junio 2011

Lo que se nos viene.

Se ha dado solo el primer paso, vendrá luego lo más difícil sostenerse sin declinar. Hemos vivido uno de los peores procesos electorales de los que tengamos memoria. Los poderes mediáticos, caja de resonancia de intereses transnacionales, sumados a un sector de empresarios caracterizados por su egocentrismo errático, el Opus Dei y el aparato del Estado dirigido por el saliente presidente García, se comportaron a la altura de sus consabidas indecencias. Todo el poder mediatizado no pudo contra la conducta ética de los ciudadanos más pobres del Perú. Salvamos uno de los momentos más críticos de nuestra historia republicana frente al peligro de un regreso a la bancarrota moral de nuestra historia.

El ciudadano García debe responder por este delito con hedor fraudulento. Por el bien de la moral política y de la gobernabilidad, se deberá investigar y juzgar a quienes embadurnaron la contienda democrática llevándola hasta los límites del cinismo, la falsedad y la furiosa xenofobia. El proceso electoral que hemos vivido dio rienda suelta a la ley de la selva bajo el silencio de las autoridades responsables de garantizar una contienda limpia y democrática. Por el bien del futuro electoral de nuestro país, se debe sancionar a quienes permitieron todo un despliegue de incivilidad, mediante el uso perverso de medios de comunicación, de la publicidad y la propaganda. Imponer límites éticos seria una lección de generosidad de quienes, siendo victoriosos, garanticen y preserven el respeto a la libre voluntad ciudadana. Para esto se debe poner coto, mediante norma, a quien actué contra el libre ejercicio de la voluntad del pueblo elector.

El Perú en pleno ha sido testigo de todo un despliegue alienante contra el subconsciente colectivo, promocionando y distorsionando benévolamente al clan del dictador y publicitando machaconamente, al revés de la verdad, toda una corriente de falsificaciones, que creo una atmosfera perversa destinada a torcer la conciencia ciudadana conminándola mediáticamente a la aceptación de los crímenes cometidos en la década más vergonzante de nuestra historia.

Promovieron sentimientos xenófobos haciendo saltar la fractura socio cultural que arrastramos desde épocas coloniales, hicieron uso del macartismo más rudimentario de los años 50; el conocido dirigente fujimorista Sarava se atrevió a decir en un programa de televisión que Ollanta traería, como en Venezuela (¿?), la confiscación de todos los niños por el Estado, hecho que la periodista conductora del programa, ante tamaña patraña, se vio obligada a desmentirlo, sorprendida, por el nivel ramplón del furioso y patético macartista. Mintieron hasta la saciedad para crear la imagen de Ollanta como un militar asesino; trataron de vincularlo, como si fuera un delito, al presidente de Venezuela Hugo Chávez como el financiador de su campaña electoral y como mentor del proyecto nacionalista. Un proceso de cambio, como el que vive nuestro hermano país, no es repetible a otra realidad. Buscaron en el programa de gobierno líneas, indicios, algo que se parezca al comunismo para espantar. Sin percatarse que ya en las pasadas elecciones municipales de Lima Metropolitana el pueblo enterró esa patraña. Empapelaron el país con toneladas de infundios. Impusieron su “plan sábana” con apoyo descarado del saliente presidente García y de los poderes facticos adictos a la dictadura fujimontesinista. Al revés de toda razón, lo que pretendieron fue convertir a Ollanta Humala en Fujimori.

Con esta escalada mediática y perversa transformaron a todos sus electores en cómplices de los delincuentes y de todos los criminales que cumplen condenas en las cárceles de Lima. Al influir en su reflexión inteligente y al trastocarla por la demagogia electorera y amarillenta los publicistas mediáticos y sus mentores, hicieron daño a nuestros compatriotas imponiendo, contra la verdad, sus falsificaciones. La derecha recalcitrante ha puesto en evidencia el destino que jugarán. Solo sus intereses egocéntricos los anima. No poseen espíritu concertador ni interés por la democracia.

Ganar el progreso tiene un solo significado en nuestra patria y ello obliga a que el concepto distributivo y de soberanía nacional, sea puesta en marcha; sustento fundamental para salir del atraso en que ha colocado al Perú y a sus regiones más empobrecidas, los fundamentalistas del neoliberalismo que mal gobernaron nuestra patria.

Vendrá, como es lógico, lo más duro: empezar a transitar hacia el cambio, por el que se jugaron las amplias reservas morales que felizmente posee el Perú: los jóvenes, los trabajadores organizados en su CGTP, las organizaciones políticas que conforman la confluencia Gana Perú y el caudal de intelectuales que levantaron su voz de alerta ante la posibilidad negada al retorno ignominioso del clan mafioso del fujimorismo al ejercicio del poder del Estado. El camino esta diseñado, solo falta dar el primer paso: ¡Que gobierne Gana Perú, no los intrusos!

¿Quienes podrían oponerse?

¿Son sólidos los operadores del dictador Fujimori a juzgar por la votación alcanzada? ¿Tienen una organización política que les garantice desde la oposición oponerse para derrotar al régimen? ¿Tendrán poder de convocatoria y de movilización social? A juzgar por su composición, no. La derecha esta dispersa. Solo se unieron en las ánforas para arrebatarle al Perú su derecho a la soberanía, a disponer de sus recursos, al bienestar de su pueblo, fieles a su condición mercantilista de raigambre colonial. Ni PPK ni Castañeda poseen organizaciones partidarias que se aprecien como tal, son organismos sin doctrina, sin vida orgánica, poseen carácter electorero y clientelar. El único partido que podría haber hecho frente es el APRA, pero fue demolido previamente por García. El caudal electoral alcanzado por Keiko F. obedece a un engendro populachero alentado por las prebendas y el despilfarro populista. Los grupos fujimontesinistas constituyen una federación de apetencias y de cacicazgos. En los sectores de trabajadores organizados no cuentan, en los Frentes Regionales tampoco, sobre todo en las regiones más pobres. Las políticas aplicadas precisamente desde la dictadura han empobrecido a las capas medias pauperizándolas hasta el límite. Se aferrarán por tanto a los patrones mercantilistas, a los organizadores de asonadas golpistas, a los nuevos terratenientes agroindustriales, a los vende obreros, al Opus Dei, el poder mediático, a los vende patria.

Qué les queda

Avanzar imponiendo a sus operadores políticos vía “negociaciones”. Está claro, intentan a la mala, torcer el rumbo programático conducente al cambio. Y así como en la campaña electoral, proseguirán con sus alquilones la campaña ruin contra el Perú. Presionarán al electo presidente para alejarlo de sus compromisos primigenios con el único afán de convertirlo a imagen y semejanza de los anteriores gobernantes que terminaron victimados por sus propias mentiras al imponer un programa de gobierno distinto al que se comprometieron y por el cual fueron envestidos como presidentes. Tratarán de enfrentar unos contra otros y enviarán sus topos palaciegos a cercar a los gobernantes para adularlos y alimentar caudillismos que los divorcien de su pueblo. Los conocidos “propietarios del Perú” hacen la vista gorda frente a su derrota. Cegados por sus poderes egocéntricos asumen, desde sus parámetros medievales, que nada ha ocurrido en sus feudos. Pretenden hacernos creer que nuestra patria no necesita cambios, de ahí su presión y su beneplácito a cualquier signo de debilidad y de posibilidad de modificaciones programáticas. El Perú de los más pobres ya habló. No será fácil destruir sus esperanzas por una vida digna.

Lo que no debemos olvidar

Hace 43 años nuestra patria dio un gran salto bajo la dirección del proceso revolucionario comandado por el General Juan Velasco Alvarado. Fue un proceso genuino que dio paso a otros procesos militares progresistas en América Latina. La historia la conocemos quienes la peleamos desde las trincheras de nuestras militancias. Nuestro Partido se compró el pleito de ese proceso a pesar de las discrepancias de un sector de nuestra nueva izquierda. Pasada esa historia, que dio un gran impulso al Perú, hoy otras son las responsabilidades del conjunto de la izquierda peruana.

Luego de haber dejado en el camino, además, a Izquierda Unida, el balance de todo lo perdido convoca a la más intima reflexión que nos permita dilucidar cuales fueron los déficits que condujeron a la parálisis, en primer orden, del proceso revolucionario del año 68. Sabiendo que una debilidad fue la desunión de la izquierda peruana y la otra, fundamental, en la ausencia de un partido sólido fundado en la intimidad de su pueblo. Esa era la palanca que hubiera permitido darle continuidad y garantía al proceso. Esa deberá ser la gran tarea, ahora en otras condiciones, frente al surgimiento de nuevas organizaciones regionales, ambientalistas, de sobrevivencia, de pueblos originarios y andinos, de trabajadores del campo y la ciudad organizados en sus centrales. Esos serán factores de poder engarzados a sus bases reales. La otra tarea impostergable deberá ser la unión de las izquierdas en un solo destino apoyando y cuidando el proceso que se inicia en cumplimiento del mandato mayoritario e impostergable de nuestro pueblo.

Mayores luces y garantías nos brinda el ser parte de UNASUR, tal como se desprende del mensaje del electo presidente Ollanta Humala, quien afirma que reforzará tales nexos.

La garantía del proceso político peruano en esta nueva fase, obliga a que camine el conglomerado Gana Perú y que sume a otras organizaciones susceptibles de ser unidas, y deberá abocarse al fortalececimiento orgánico y participativo de nuestra ciudadanía, nuestro pueblo, que deberán pasar de ser simples espectadores a la condición de ser protagonistas activos de su propia historia.

Por José Antonio Carcelén Pedraza
Partido Comunista peruano

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