24 marzo 2012

Opinión política del Perú actual.

Por Lorenzo Gonzalo/Cubainformación-Cubasolidaridad.- Andamos por Perú, donde un gobierno de discurso nacionalista y proyección social, asumió la dirección del Estado hace a penas un año y donde la opinión de muchos se parece más a una incógnita que a un pronóstico.

El mayor contraste del Presidente Ollanta Humala y su predecesor se pone de relieve por el estilo de dos personalidades muy distantes en sus conductas.

Alan García, quien ejerciera la Presidencia durante los cinco años anteriores a la elección de Humala, es un hombre de discursos que muchas veces limitan con una incontinencia verbal. Por otro lado la presentación de su imagen por la prensa, parece significarle un tema más importante, que las propias soluciones de las problemáticas sociales.

Ollanta por su parte no aparece en público, no habla, no opina y es breve cuando se manifiesta sobre alguna temática.

Este estilo de trabajo, no condicionado por una estrategia determinada sino por una cuestión netamente fundada en su personalidad, requiere ser asimilada por un público acostumbrado a saber del anterior Mandatario todos los días, sin entender quizás, si lo expresado en su discurso o declaración era bueno, malo, irrelevante o simple realización de un Yo personal.

Las fuerzas mayoritarias que votaron por Ollanta Humala fueron quienes viven en condiciones más deplorables o cuyos estilos de vida están muy lejanos de la suntuosidad que los rodea. La distancia usufructuaria entre un empleado, obrero de la construcción o el pequeño productor agrícola de un país subdesarrollado como Perú es brutal, comparada con la existente dentro de esos mismo sectores en los países desarrollados y aún en los emergentes.

Cuando uno visita la capital y luego se desplaza a las poblaciones, aun a ciudades importantes como Arequipa, se da cuenta que la asimetría en la distribución de la riqueza es inmensa.

El país ha logrado un desarrollo sostenido durante varios años, gracias a las grandes inversiones que se han desplazado de los mercados desarrollados hacia países como Perú, atraídos por sus condiciones naturales para las grandes producciones, especialmente la agrícola, de la misma manera que viene sucediendo también con la mayoría de los países latinoamericanos. Sin embargo, en cuanto a la distribución de las riquezas, la situación no ha sido igual a la de sus vecinos, donde la pobreza ha podido disminuir inversamente proporcional al crecimiento. Estos sectores del Perú, anclados en sus ingresos, contrastan a diario con el acelerado desarrollo, muchas veces suntuoso de las ciudades, especialmente en Lima, donde se concentra el 30% de la población del país.

De esos grupos humanos surgió el voto mayoritario del Presidente Ollanta Humala, quienes como en otras tantas oportunidades, al margen de posiciones ideológicas, son arrastrados por la promesa de una vida mejor. Pero como ocurre siempre con las grandes expectativas, una vez logrado el triunfo del representante estatal donde depositaron la confianza para materializar los requerimientos sociales insatisfechos, no paran en cuenta de que las soluciones no vienen de la noche a la mañana.

No sabemos qué va a hacer Ollanta, pero sabemos que de creer firmemente en los cambios prometidos, le llevará un tiempo para conjugar sus propósitos con las trabas creadas por múltiples intereses donde, los capitales especulativos, indecisos y temerosos, no son los únicos inconvenientes, sino también los entretejidos del poder, acostumbrados al enriquecimiento fácil o a usufructos que para ellos se han tornado en supuestos derechos.

Por lo pronto el país está tranquilo. No hay mayores problemas. Las protestas son esporádicas, pequeñas por lo general y la mayoría de ellas están conformadas por simpatizantes del Presidente, frustrados con una gestión que en realidad a penas ha podido comenzar. Como cosa interesante estos grupos expresan en general que la protesta no es para descalificarlo, sino para que no “se olvide de los humildes”. Las pocas izquierdas que aun pretenden orientar sus gestiones políticas basándolas en la confrontación de clases, apelan a la descalificación absoluta del empresario, la gran empresa y la masa de tecnócratas bien pagados. Ollanta, si alguna vez participó de esos criterios, resulta obvio que para bien, no los practica a estas alturas de los tiempos.

Por su parte el Presidente parece estimular las actividades de la clase media y apela a la cooperación de peruanos que quieren al país, han sido exitosos en sus gestiones empresariales y están concientes que problemas como la transportación pública, para poner un ejemplo, son de imperiosa necesidad para sostener el crecimiento mejorando el ambiente. Recientemente se manejan diferentes alternativas para acabar con los pequeños buses, pertenecientes a gremios transportistas, que lejos de solucionar los inconvenientes del tráfico lo dificultan. Se ha creado un sistema de transportación aprovechando la vía rápida y se estudia el desarrollo de trenes urbanos, de los cuales ya hay uno en funcionamiento.

Las protestas apelan a asuntos tan apremiantes como el precio del gas, lo cual estuvo en el centro de las promesas de la campaña por la presidencia. El otro aspecto es el alto costo del combustible, lo cual se traduce en un buen pretexto para que ciertos empresarios inescrupulosos incrementen el precio de productos básicos.

Pero todos estos aspectos parecen ser atendidos desde el silencio por el nuevo Presidente a quien unos acusan de haber olvidado a “los humildes” y de quien otros desconfían por su procedencia de luchador social y por sus arraigos familiares.

Ollanta Humala tiene dos relaciones sanguíneas que la prensa explota haciendo uso de la desinformación. Una de ellas es el padre, de tendencias nacionalistas que lindan con la xenofobia y con proyecciones fascistas. El otro es el hermano, quien asumió una actitud insurreccional en épocas del Presidente Toledo, en contravención absoluta con los nuevos tiempos que respetan los procesos constitucionales y a través de ellos llegan a ocupar el Poder. Tal es el caso de Venezuela, Ecuador Uruguay, Paraguay, Argentina, Nicaragua, Brasil, Bolivia y otros. Antauro, su hermano parece profesar las mismas ideas del padre de ambos, aunque no es el caso de Ollanta quien en ese sentido procura sentar distancia.

En tiempos de Fujimori, cuando éste provocó el autogolpe, militares como el Brigadier Sedó asumieron una actitud de confrontación, algo legítimo a la luz de las propias constituciones de origen liberal. También Ollanta participó en una insurrección cuando la corrupción rampante no hallaba otro camino que una asonada militar, combinada con un fuerte apoyo civil para detenerla y volver al cauce de la democracia. Pero el caso de su hermano Antara Humala, evidentemente no procuraba ese mismo objetivo.

Estas situaciones de familia son explotadas con malas intenciones por la prensa y alimenta la desconfianza en sectores poblacionales que de una u otra manera va a perder con el tiempo privilegios e impunidades, aunque esto necesariamente no implica que se afecten en sus riquezas.

Ollanta Humala parece un Presidente que se mueve con seguridad pero con extremo cuidado. Nos imaginemos que también estará conciente que un período de cinco años no es suficiente para encauzar ningún proyecto político social de envergadura y que la Constitución peruana no le permite un segundo período consecutivo. La solución sería cambiar la Carta Magna, pero esto implicaría algo que pudiera poner en duda sus concepciones democráticas y de seguro la prensa y los sectores que nunca lo han aceptado, capitalizarían a su favor este hecho para desacreditarlo frente al resto de la ciudadanía.

Estas interrogantes y sus convencimientos de llevar adelante sus propósitos renovadores, si existen realmente, deben estar presentes a la hora de decidir la mejor estrategia a seguir en estos primeros años.

Su compañera de luchas y relaciones sentimentales, su esposa Nadiene Heredia, resalta como el eslabón perdido que pudiera llenar el impedimento de una continuidad política plenamente garantizada. La prensa, hasta los días de hoy, no ha explotado aún esta posibilidad aunque sí es mencionada con mucha frecuencia.

Esperemos para ver. Por lo pronto, Perú marcha tranquilo, se desarrolla, embellece sus ciudades y esperemos que también logre alcanzar crecimiento, para lo cual, la inclusión social es un aspecto imprescindible y esencial.

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