Ernesto Gómez de la Hera
PSUC
La película de Spielberg “El puente de los espías” ha permitido que
muchas personas oigan hablar, por vez primera, del coronel Rudolf
Ivánovich Abel, pero la película, aunque ofrece pinceladas que permiten
vislumbrar su cualidad de héroe, no cuenta apenas nada sobre alguien que
dedicó su vida entera, una vida heroica repetimos, a la causa del
Comunismo.
Así pues, ¿quién era el coronel Abel?
Este gran
revolucionario se llamaba realmente William Fisher, si bien en su tumba
moscovita figuran ambos nombres, el auténtico y el que él hizo famoso,
por más que se tratara solamente de un truco para que en Moscú fueran
conscientes de que había sido detenido, pues jamás lo había usado hasta
ese momento, ya que los nombres que usó en Canadá y Estados Unidos
fueron Andrew Kayotis y Emil Goldfus.
Emil
Goldfus era el nombre que figuraba en sus documentos cuando fue
detenido, en Nueva York, por el FBI (la agencia norteamericana encargada
del contraespionaje) en junio de 1.957. Para entonces él llevaba más de
seis semanas sin visitar su domicilio habitual (que se encontraba
aledaño a la sede del FBI en Nueva York), pues era consciente de que
podía ser detenido en cualquier momento. De hecho estaba a la espera de
que su contacto soviético le facilitara un nuevo pasaporte falso, para
salir de los Estados Unidos, donde ya no podía permanecer. Sin embargo,
sus pasos ya eran seguidos de cerca y el FBI llegó a su puerta antes que
el nuevo pasaporte. Sabiendo que esto podía pasar y preparado para
ello, reconoció que Goldfus no era su nombre, que había entrado
ilegalmente en Estados Unidos y dijo ser un ciudadano soviético llamado
Rudolf I. Abel, aunque negó ser un espía y rechazó colaborar con los
interrogadores de la CIA, a cuyas manos le pasó de inmediato el FBI. Así
las cosas y con poco más que unos cuantos “gadgets” curiosos entre las
manos, el principal de los cuales era una moneda de cinco centavos que
se abría por la mitad y que habían encontrado años atrás (en base a esa
moneda fue popularmente conocido este asunto en la prensa
norteamericana), los cazadores de espías norteamericanos fueron
incapaces de detener a nadie más y se quedaron con una sola prueba
contra aquel a quien ya llamaban coronel Abel.
¿Qué prueba era esa y como pudo caer alguien tan discreto y prudente en manos del FBI?
Esto es
algo que la película de Spielberg no muestra, pues pondría en tela de
juicio su moralina final. El coronel Abel/William Fisher fue capturado
por medio de un traidor. Ese traidor fue Reino Häyhänen, quien había
sido enviado desde Moscú a petición del propio Abel, para colaborar con
él, especialmente como operador de radio, debido a la cantidad de
tráfico informativo que la red dirigida por Abel generaba. La conducta
de este traidor fue mala desde un principio, lo que pone en tela de
juicio la capacidad de análisis, y otras capacidades, de quienes le
seleccionaron en Moscú. Todo cuanto hizo en Estados Unidos contradijo lo
que debían ser sus normas, llegando a apoderarse de una importante
cantidad de dinero que debía entregar a la esposa de un agente ya
encarcelado por entonces. Naturalmente, el coronel Abel, que tenía con
él el mínimo contacto imprescindible en las labores conspiratorias, se
percató finalmente de ello y solicitó que fuese llamado a Moscú. Reino
Häyhänen era traidor y corrupto, pero no tonto y advirtió que en Moscú
no iba a recibir ninguna felicitación por su trabajo. Por eso, una vez
salido de Estados Unidos se detuvo en París, donde no estaba siendo
seguido por nadie, lo que tampoco habla muy bien de los responsables
soviéticos. Así cuando, el 4 de mayo de 1.957, entró en la embajada
norteamericana en Francia y declaró que era un oficial soviético que
deseaba desertar, nadie pudo advertir al instante al coronel Abel. Por
supuesto este fue informado de que Häyhänen había desaparecido y
consciente de lo que esto significaba empezó a tomar precauciones, pero
ya era tarde.
Cuantos
hayan visto la película de Spielberg se darán cuenta de que nada de esto
aparece en ella. Tampoco aparece el juicio en el que Abel/Fisher fue
condenado en base, tan sólo, al testimonio de este traidor. En ese
juicio el abogado de Abel hizo hincapié varias veces en la clase de
persona, leal, concienzudo, patriota (no convenía insistir en que era un
comunista convencido) y hombre de familia, que era su defendido,
mientras que su único acusador era un traidor y un infame moral. Lo que
no dejó de causar impresión en quienes seguían el caso y en el resultado
final del juicio.
Y es que
el abogado del coronel Abel, Jim Donovan, también era una persona
notable y de gran valía, aunque no fuese comunista. Por supuesto esto
queda muy claro en la película, pues Donovan es el protagonista de ella y
el personaje a través de quien Spielberg desea encarnar esa moralina de
la que hablábamos antes: ¡El “american way of life” es el único moral,
justo y democrático!, como lo demuestran quienes combaten por él y el
hecho de que siempre gana (al menos en sus películas). Es verdad que,
para que esto cuele, hay que “maquillar” un poco la verdad. Olvidar que,
aparte de los motivos políticos, lógicos cuatro años después del
asesinato judicial de los Rosenberg y lo que esto supuso, que enseña la
película a la hora de hablar de los preparativos del juicio, una razón
fundamental para elegir a Donovan como abogado del coronel Abel es que
Donovan había trabajado, durante la II Guerra Mundial, con la OSS (el
precedente inmediato de la CIA) y fue esto lo que le llevó a participar
en el juicio de Nuremberg (dato que sí señala Spielberg). Esto quiere
decir que Donovan gozaba de prestigio y confianza en el mundo del
espionaje norteamericano. Algo que no se dice con claridad pese a la
escena de la reunión entre Donovan y Allen Dulles (el gran patrón de la
CIA y que había dirigido la OSS en Suiza, durante la guerra, además de
ser hermano del Secretario de Estado Foster Dulles). En fin, tampoco es
cierto que la casa de Donovan fuera tiroteada, aunque sí se ganó muchos
odios y recibió cartas amenazadoras por defender a Abel/Fisher. Menos
verdad es que le robaran el abrigo en su visita al Berlín Democrático, o
que Pryor fuese detenido durante la construcción del muro (que fue
construido en la veraniega noche del 13 de agosto de 1.961), o que
hubiera muertos en grupo por intentar saltar el muro (sí que hubo
muertos a tiros en algunos casos contados, pero lo de los muertos a
mansalva lo debe haber sacado Spielberg del muro de Frontex en el
Mediterráneo).
Sin
embargo, sigue siendo cierto que Jim Donovan dedicó todo su esfuerzo y
saber a salvar la vida del coronel Abel y que supo darse cuenta de la
gran calidad moral de la personalidad de su cliente. Por eso, cuando en
1.960 Gary Powers fue derribado con su U-2 sobre la Unión Soviética, no
puso reparos a la tarea que le encargaron de intentar intercambiarlo por
Abel/Fisher. Esta tarea, aunque lejos de la romantización fílmica, no
fue fácil. Para los norteamericanos el derribo del U-2 fue un impacto
total. Ellos creían que la Unión Soviética carecía de medios para
interceptar ese tipo de aviones espía, pese a que en aquellos momentos
(entre el Sputnik y el vuelo orbital de Yuri Gagarin) la URSS iba en
cabeza en el sector aeroespacial. Además el derribo se produjo unos días
antes de una cumbre de las potencias en París. Esta cumbre fue también
“derribada” a consecuencia de la captura de Powers. Y, por último, el
presidente Eisenhower hubo de reconocer publicamente que los U-2 estaban
espiando a la URSS y prometer no volver a hacerlo (algo fácil, ya que
volverían a ser derribados, si bien siguieron volando en otros lugares
como sobre Cuba). Todo esto dificultó las cosas y peor las puso la
creciente tensión existente en 1.961 en Alemania, que desembocó en la
crisis del muro y en una situación de peligro de guerra nuclear que
muchos consideran que fue más grave que el publicitado de octubre de
1.962. Pese a todo el intercambio del puente Glienicke se produjo (más
el de Pryor) y el coronel Abel volvió a su casa (y no en la parte de
atrás del coche).
¿Y esto
es todo? Bueno quizá sobre el coronel Abel sea todo, pero sobre nuestro
camarada William Fisher hay mucho más. Fisher nació en Newcastle (en la
película se dice que tal vez sea inglés, pero cuando fue capturado los
norteamericanos no tenían ni idea de nada de esto) en julio de 1.903,
apenas unos días antes del inicio del II Congreso del POSDR y del
nacimiento de los bolcheviques. Los padres de Fisher eran rusos de
ascendencia alemana y vivían refugiados en Inglaterra, ya que su padre
hubo de salir de Rusia, tras pasar por la cárcel, por sus actividades
revolucionarias en Petersburgo, precisamente en la organización que
dirigía allí, a fines del siglo XIX, V. I. Lenin, con quien se dice que
compartió detención. Bolcheviques de primera hora sus padres, William
Fisher, perfectamente bilingüe en ruso y en inglés, ya era comunista
cuando llegó a Rusia en 1.921, después de pasar en Inglaterra sus
primeros 18 años. Cuando le tocó el momento de incorporarse al Ejército
Rojo lo hizo en Transmisiones y fue un operador de radio destacado. Con
esto su carrera quedó ya fijada para siempre. Se casó muy pronto y en
1.929 nació su única hija, Elena. Ligado al NKVD, y después de trabajar
en Europa Occidental, tuvo serias dificultades para superar la época de
los crímenes de Stalin, pues un hermano de su mujer estaba vinculado a
la oposición. No obstante él siempre fue fiel a su familia (aunque la
película obvia esto como tantas cosas), de hecho en 1.955, cuando hacía
siete años que estaba ausente, regresó de vacaciones a su casa por seis
meses y siempre se las arregló para recibir noticias de su esposa e hija
en Estados Unidos (algunas cartas de su hija sí cayeron en poder del
FBI).
La Gran
Guerra Patria le vió de nuevo como operador de radio tras las líneas
alemanas combatiendo a los invasores nazis. Tras la victoria y ser
condecorado es cuando fue enviado a Estados Unidos como agente
“rezident”, es decir sin cobertura legal alguna y responsable de una red
y encargado de transmitir a Moscú la información recogida. Hay quienes,
cegados por su fanatismo, siguen negando que recogiera información
valiosa, pero la verdad es que el traidor Häyhänen sólo pudo dar su
nombre, debido a las precauciones y prudencia de Abel/Fisher, con lo que
el FBI fue incapaz de detener a nadie más y la red siguió funcionando.
Es más, la inmensa mayoría de cuanto sabemos de él se supo tras la caida
de la URSS. En su momento apenas se conoció que, a su vuelta a casa, se
dedicó a labores de enseñanza a agentes que habían de ser enviados a
Occidente, que fue condecorado de nuevo y que falleció en 1.971 de
cáncer de pulmón (algo normal, pues también fue un fumador impenitente),
siendo enterrado en Moscú, junto a la tumba de su padre en el
cementerio de Donskói, bajo una lápida en la que se grabaron, como ya
dijimos, sus dos nombres, el verdadero y el que él hizo célebre.
Cuando el
coronel Abel regresó a casa el gobierno soviético, siempre muy reacio a
reconocer que las tareas de información son vitales para cualquier
estado u organización, estaba relajando algunas normas estúpidas y
estaba publicitando algunas hazañas notables de sus agentes.
Precisamente en 1.964 los correos soviéticos dedicaron un sello a
Richard Sorge y se celebraron algunos homenajes a un par de
supervivientes de su antigua red japonesa. No obstante, Abel/Fisher tuvo
que esperar a las días postreros de la URSS para tener su propio sello
de correos, aunque lo mismo le sucedió a otro gran revolucionario de
carrera pareja a la suya. Nos referimos, claro está, a Kim Philby de
quien hablaremos otro día.
El
coronel Abel sí tuvo un reconocimiento muy singular y apropiado en el
centenario de su nacimiento. En el año 2.003 algunos de los más
destacados miembros de la comunidad de inteligencia se reunieron ante su
tumba moscovita para recordarle, como hoy hacemos nosotros. Pero ellos
le recordaban como agente de inteligencia, que lo fue y muy bueno,
mientras nosotros queremos recordarle como comunista, que también lo fue
y de los buenos. Quizá haya quienes entre nosotros, semejantes al
gobierno soviético en sus tiempos, menosprecien el trabajo serio,
callado y por fuerza secreto de aquellas personas que dedicaron su vida a
luchar por la causa de la emancipación de la humanidad bajo una falsa
bandera, pero ese trabajo es fundamental. Nunca como en los tiempos
presentes, cuando son nuestros enemigos quienes actúan cotidianamente y
sin oposición bajo esas falsas banderas contra nosotros, se ha echado
tan de menos a esas personas heroicas, como el coronel Abel que con toda
humildad, como corresponde a auténticos comunistas, pusieron su granito
de arena en pro de la liberación del género humano.
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