El activista, periodista y escritor afro-americano Mumia Abu-Jamal,
nacido como Wesley Cook en 1954 en Filadelfia, fue condenado a muerte en
1982 en un juicio plagado de irregularidades y vivió desde entonces
bajo una amenaza de ejecución que las campañas desarrolladas por los
activistas de derechos humanos en todo el mundo consiguieron ir
aplazando. En diciembre de 2011 su condena fue conmutada por otra de
cadena perpetua; se cumplían entonces treinta años del asesinato de un
policía del que el gobierno se empeñó en culpabilizar a Mumia, aunque lo
que ocurrió aquel día cabe entenderlo como un episodio más en la guerra
sucia que las agencias de seguridad norteamericanas realizaban contra
el del BPP (Black Panther Party), partido del que Mumia Abu-Jamal
era un militante destacado. La aparición de nuevos testimonios ha hecho
que la petición de una revisión del juicio esté perfectamente
justificada.
El último libro de Mumia Abu-Jamal es de 2004 y
fue publicado en castellano por Virus en 2007 con traducción de Ambar
J. Sewell. Se trata de Queremos libertad. Una vida en los Panteras Negras, que
nos introduce en la historia del BPP, un partido heredero de las
mejores tradiciones revolucionarias creado a finales de los años 60 con
la intención de despertar la conciencia de la población negra
norteamericana. Con sus propias experiencias y una documentación
rigurosa, la obra nos hace conocer un movimiento
que fue considerado por J. Edgar Hoover, director del FBI, como “la
mayor amenaza a la seguridad interna del país”. El libro viene con un
prólogo de Kathleen Cleaver, abogada y profesora, que fue secretaria de
prensa del BPP, y está enriquecido además con numerosas fotografías de
los protagonistas de la la historia.
En el comienzo de la obra
se repasan algunos antecedentes de pensamiento emancipador existentes en
la Norteamérica negra de los años 60 y de las que beben los dos
fundadores del BPP: Huey P. Newton y Bobby Seale, para echarlo a andar
en 1966. Se trata del libro Los condenados de la tierra de Franz
Fanon y las predicaciones de Malcolm X. El nacimiento ocurre en
California y se da la circunstancia de que muchos de los primeros
militantes son negros emigrados de los estados del Sur. No obstante, la
historia que tiene un hito decisivo aquí viene de muy lejos, y Mumia
Abu-Jamal repasa también las revueltas de esclavos de la década de 1730 y
1740 en esos mismos estados del Sur. Revueltas que siguen tras una
guerra de “independencia” que en poco benefició a los negros, frecuentes
en los comienzos del XIX con nombres gloriosos como el de Gabriel
Possen y su marcha sobre Richmond (1800). Son recordados también los
negros cimarrones que lucharon junto a los seminolas, y el abolicionista
John Brown.
Los precedentes inmediatos del nacimiento del BPP
son las revueltas de 1964 y 1965, levantamientos resultado de episodios
de abuso policial contra negros que culminan en Watts, un suburbio de
Los Ángeles, en agosto de 1965 cuando la sublevación alcanza una escala
inusitada con decenas de muertos y miles de arrestos. La violencia sigue
desenfrenada en 1966 y 1967 (123 revueltas contabilizadas sólo este
último año). La fundación del BPP en 1966 va a pretender poner
organización e introducir una alternativa revolucionaria en esta
violencia. Todo comienza tal vez cuando Huey Newton se dedica a vender
ejemplares del libro rojo de Mao por el campus de Berkeley y con el
dinero que consigue compra lo que considera esencial para la comunidad
negra en esos momentos: armas. Él no creía que la retórica pacifista de
los movimientos por los derechos civiles pudiera dar muchos frutos.
El BPP recién fundado aprovecha el hecho de que pistolas y fusiles son
legales en los Estados Unidos y con un conocimiento preciso de la
legislación al respecto se presenta en todas partes con una exhibición
de fuerza armada y reivindicando el rol de defensor de la comunidad
negra: “Estábamos diciéndoles a la gente que moriríamos por ellos”.
No nace para apoyar o complementar los movimientos pacíficos por los
derechos civiles, como el de Martin Luther King (asesinado en 1968),
sino para suplantarlos, inspirados en el mensaje de Malcolm X (asesinado
en 1965) y en el marxismo-leninismo, aunque más en el primero. El
partido Pantera Negra para la Autodefensa (su nombre inicial) se
extiende primero por Richmond, la bahía de San Francisco y Los Ángeles,
aunque los panthers siempre consideraron Oakland, la ciudad de
Huey, como la cuna del partido. Pronto, sin embargo, se expande por
todos los Estados Unidos. En 1969 existían cerca de 40 delegaciones con
varios miles de miembros. Mumia Abu-Jamal nos describe el nacimiento de
la sección del partido en Filadelfia y su papel personal en estos hechos
con quince años recién cumplidos.
En el capítulo siguiente se
repasa la historia de Filadelfia, ciudad fronteriza entre el norte y el
sur. Antes de la guerra de Secesión, la segregación era extrema y los
pogromos contra la población de color, frecuentes y violentos. Se
recuerdan sentencias judiciales de la época que amparaban la violencia
racista ya que los derechos constitucionales no eran aplicables a los
negros. En el siglo XX el incesante incremento de población de color por
la inmigración desde las zonas rurales da lugar a su reclusión en
guetos con racismo omnipresente, donde “los jóvenes negros crecen con
la certidumbre de que en cualquier momento la policía puede golpearlos,
herirlos o matarlos con total impunidad.” Esta es la situación que
afronta la recién creada delegación del partido en Filadelfia en la
primavera de 1969. Pronto tienen un local con posters de Malcolm X y Che
Guevara. Su primer acto es una manifestación para pedir la libertad de
Huey Newton, que se había visto envuelto en un tiroteo y era acusado de
asesinato. Allí se leen sus artículos con un megáfono. Un año después,
le delegación de Filadelfia vende diez mil ejemplares del partido cada
semana.
Entre las actividades iniciales del BPP estaban las
patrullas de Alerta Policial, en las que militantes vigilaban el
comportamiento de la policía, armados de fusiles y libros de derecho,
acercándose y exponiendo sus razones en cuanto era necesario deshacer
cualquier entuerto. Los Programas de Desayunos repartían comidas
gratuitas por la mañana a los chicos pobres de los barrios. Se
organizaron también servicios de noticias, escuelas y clínicas. En
septiembre de 1970 se reúne en Filadelfia la Convención Constitucional
Revolucionaria del Pueblo, todo un reto pues esta es la ciudad-icono
donde se firmó la Constitución de los Estados Unidos. Se trataba de
crear “una superestructura revolucionaria que se convertiría en la base de una nueva sociedad.”
Asisten seis mil personas de distintos grupos de la izquierda radical,
pero la reunión es un relativo fracaso y no llega a redactarse la “nueva
constitución”. Las causas de esto no quedan claras del todo, pero se
apunta a la falta de liderazgo y a los objetivos muy diferentes de los
diversos colectivos. Se recuerda también que así como el mensaje del BPP
calaba en la población negra, el radicalismo blanco era muy marginal y
sus militantes fueron incapaces de asumir la ventaja que esto otorgaba
al BPP.
Desde el principio, el BPP busca la colaboración con
otras minorías oprimidas en lo que gustaron en llamar
“intercomunalismo”; también criticaron el concepto de “nacionalismo
negro” ante la imposibilidad de dar cualquier viabilidad real a esa
hipotética nación. Por otro lado, el enfrentamiento con otros grupos
negros de liberación fue importante en esta etapa, por ejemplo con US
(United Slaves), que defendía un nacionalismo cultural (nombres
africanos, swahili, etc.). Dos miembros de US que en realidad eran
informantes del FBI asesinaron a tiros a dos militantes del BPP en 1969.
Contra este nacionalismo de vía estrecha, el BPP propugnaba su
internacionalismo solidario con todas las luchas de liberación, lo que
también sirvió en su momento a muchos miembros del partido para
encontrar lugares donde exiliarse. Los objetivos de los panthers
se concretaron en seguida en un programa de diez puntos que contenía una
contundente denuncia de la negación de Derechos Humanos que sufría la
comunidad negra de los Estados Unidos y establecía unos ideales de
autogobierno para ella, reivindicando la posibilidad de recurrir a
expropiaciones y organizarse para la autodefensa. La apertura de la
sección internacional del BPP en Argel y la consecución de la libertad
bajo fianza para Huey Newton fueron los dos hechos ocurridos en 1969 que
marcan el punto álgido del partido. A partir de aquí, el imperio
contraataca…
La campaña de infiltraciones, difamación y
amenazas anónimas por parte del FBI había comenzado ya antes de la
fundación del BPP, pero se intensifica a partir de finales de los 60.
Para situar esta lucha en su contexto se repasan episodios emblemáticos
de la guerra sucia de las instituciones contra cualquiera que pretendía
denunciar la corrupción imperante. Son casos como el del senador Wheeler
de Montana (años 20) o Morris Starsky, profesor de filosofía en
Arizona, entre muchos otros, historias de hostigamiento implacable a
ciudadanos simplemente por ser socialistas militantes o nacionalistas
negros. Asistimos aquí a la creación de un ente represivo con enorme
independencia de otras instancias políticas e invulnerable a ellas como
demuestra el fracaso del intento de control por parte de F. D.
Roosevelt. No obstante, aunque esta historia es formidable, hay que
decir que en su campaña contra el BPP, el FBI consiguió superarse a sí
mismo. Su lema era “Los panteras entre rejas o muertos” y no hubo límite
a las difamaciones y brutalidades perpetradas para hacerlo realidad.
Varios ejemplos ilustran este tipo de actividades, biografías y enredos
de cine negro impuestos por un poder carente de cualquier escrúpulo para
dinamitar la lucha del BPP, demasiado inocente en su tímida y
publicitada violencia. En algunos casos, estos traidores a sueldo del
FBI hicieron luego una brillante carrera como escritores o
intelectuales. Policías locales y medios de comunicación colaboraron
también en estas campañas, aunque por otro lado los abusos aumentaron el
apoyo al BPP entre la comunidad negra, sobre todo entre los más
jóvenes. Es importante señalar que estos excesos no fueron dados a
conocer por los medios, sino que sólo se supo de ellos gracias a grupos
de activistas capaces incluso de sustraer documentos comprometedores de
las oficinas del FBI.
En el capítulo siguiente se repasan las
relaciones de género dentro del BPP y se muestra como a diferencia de
otros movimientos de liberación negros de la época y lo que sucedía en
la propia sociedad americana, el BPP siempre incluyó en su ideario una
perspectiva que igualaba a los dos sexos como compañeros en la lucha.
Este es el testimonio de Afeni Shakur, una chica de origen humilde y
sureño que mientras vivía en Nueva York se sintió atraída en la calle
por un discurso de Bobby Seale y decidió acercarse al partido. Al tomar
contacto con él, le sedujo un ambiente donde las mujeres eran
consideradas como personas. Mumia reconoce sin embargo la existencia de
abusos sexistas dentro del partido, así como de casos de mujeres que
utilizaron el sexo para atrapar privilegios dentro de él. Otra historia
de interés es el de Safiya A. Bukhari, una chica de familia burguesa que
comenzó ayudando en los desayunos para niños y sólo pasó a
comprometerse políticamente cuando supo que la policía disuadía a los
padres de enviar a sus hijos al programa diciéndoles que la comida
estaba envenenada. Poco después, tras ser testigo de un episodio de
brutalidad policial, pidió el ingreso y pasó a convertirse en un
elemento fundamental de la sección de Harlem. Luego le tocaría también a
ella una larga y atroz temporada en la cárcel. Otras mujeres cuyas
biografías se recuerdan son otros tantos ejemplos gloriosos de
consciencia y alegría de darlo todo por la revolución. En la existencia
espartana de los panteras, a la vez paramilitar y volcada en servicios a
la comunidad, estas mujeres eran camaradas en la lucha y demostraban
cada día que un revolucionario no tiene género. Se describe después la
vida de los miembros del partido, el trabajo continuo en las distintas
misiones: desayunos, dispensarios, venta de periódicos, la pobreza y la
entrega de muchos hombres y mujeres en general muy jóvenes enfrentados a
un brutal acoso policial que no cesaba un momento.
El capítulo
siguiente se dedica a la escisión del partido. Aunque el FBI utilizó
técnicas muy variadas contra el BPP, de la vigilancia y la infiltración a
las denuncias falsas y la eliminación física, hay que decir que el arma
definitiva fueron cartas apócrifas que introdujeron desconfianza entre
los distintos líderes. Las suspicacias de estos y su falta de capacidad
para imaginar hasta dónde llegaba la astucia del poder jugaron también
su parte. En febrero de 1971 los signos de escisión son evidentes. La
ruptura personal entre Huey P. Newton y Eldridge Cleaver, definidos por
Mumia como “dos cabezotas”, se extiende a todo el partido, aunque hay
que decir que tras el conflicto personal existía una diferencia de
estrategia entre los dos hombres, con un Cleaver más insurreccionalista y
un Newton que abogaba por participar en las elecciones y en 1972-1973
decidió aglutinar al partido en Oakland para afianzar allí un poder
político legalizado por las urnas. Tras el fracaso electoral, la
escisión adopta rasgos de guerra civil con asesinatos entre las
facciones rivales. Newton controla la costa Oeste y Cleaver, refugiado
en Argelia, extiende su influencia por la costa Este en un período
agónico en que siguen las secesiones hasta la muerte definitiva del
partido en 1982, cuando los programas y el diario dejan de existir. En
los años siguientes surgen formaciones revolucionarias locales, de las
cuales se pasa revista a las más importantes. Se describe también el
legado del BPP, su rastro en literatura, música y cine.
La
pérdida de influencia del Partido Pantera Negra en las masas tuvo la
consecuencia que el poder podía desear más: bandas mafiosas pasaron a
reclutar a los jóvenes de color para una lucha sin ningún contenido
político. Se invirtió entonces todo el proceso que había llevado a
muchos exdelincuentes a engrosar las filas de un partido donde
comprendieron la razón de su penuria y encontraron un sentido
emancipador para sus vidas. En unos pocos años, la delincuencia y las
drogas se convierten en el horizonte más común para los jóvenes negros
de las clases desposeídas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario